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J.A.Rios Independencia, Santiago, Chile
Te invitamos a compartir el proceso de cantar, bailar, oír y saborear el néctar del conocimiento trascendental de la literatura védica. Todos los Viernes de 19:30 a 21:30 Hrs en Cazadores 992 Fono: 717 83 07

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Todos los Viernes de 19:30 a 21:30 Hrs en:

Cazadores 992 Independencia, Santiago de Chile

Fono: 717 83 07

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domingo, 30 de septiembre de 2012

PROGRAMA BHAKTI-YOGA
 
Haciendo servicio a nuestros Gurus
ESTUDIAMOS EL BHAGAVAD GITA Y ESCRITURAS VEDICAS
VIERNES 5 de OCTUBRE 2012 Y TODOS LOS VIERNES
 DE 19:30 A 21:30 HORAS
VEN A CANTAR, BAILAR, ESCUCHAR Y SENTIRTE UN SER HUMANO MEJOR.DEJA ATRAS LOS NO SE PUEDE, DEJA ATRAS LAS DEPRESIONES, DEJA ATRAS LOS ENREDOS DE ESTE MUNDO DE ILUSION, CON TU AMOR Y CON NUESTRO CARIÑO HAREMOS GRANDES COSAS POR DIOS.
COMO SIEMPRE AL FINAL DEL PROGRAMA, UN PRASADAM MARAVILLOSO HECHO CON MUCHO AMOR
“alimento espiritual, para un mundo material”
TE ESPERAMOS EN:
Calle Cazadores 992, entre CARRION Y W. LHIN
(Juan Antonio Ríos 1B) Comuna de Independencia
Transantiago:
1-Transantiago 301 Direccion J.A. RIOS bajarse en Salomon Sack y La Obra (frente a Fabrica EL AGUILA de JEAN LEVIS)
2-En Metro: Bajarse en estación Cerro Blanco combinar con Bus 03B bajarse idem 301
SI DESEAS PARTICIPAR ANUNCIA TU PRESENCIA Fono: 02-717-8307
Cel. 8.280-5609
o envie un correo a: rama_krishna_das@yahoo.com
Aspirante a sirviente
Ramakrishna Das
La naturaleza del alacran es matar, la naturaleza del Guru es salvar.-

lunes, 3 de septiembre de 2012

HISTORIAS DE GRANDES SADHUS/SANTOS/HARI BOL!!!!

Historias de grandes santos - Presentándose ante Ramanuja, Yajñamurti lo desafió inmediatamente a un debate. A esto, Yatiraja simplemente sonrió, diciendo, “Oh mahatma, ¿cuál es el valor de este enfrentamiento mental? Yo simplemente aceptaré la derrota, pues no hay ningún erudito más grande que tú. La victoria te sigue dondequiera que vas”.


Capítulo Cuatro

Acarya de Sri Rañgam
Mientras todos estos eventos se sucedían en Kañcipuram, los devotos de Sri Rañgam continuaban sintiendo la ausencia de un acarya que pudiera guiarles. El ardiente deseo de todos ellos era que Ramanujacarya fuese allí y se convirtiese en su preceptor. Mahapurna se había quedado algún tiempo en Kañci con la intención de llevar a Ramanuja a Sri Rañgam, pero debido a su repentina partida, había sido incapaz de hacerlo.

Cuando las noticias de que Ramanuja había tomado sannyasa llegaron a Sri Rañgam, Mahapurna estaba muy complacido y fue al templo del Señor Rañganatha. Allí, ante los ojos de loto del Señor, que yace reclinado sobre su lecho de Ananta Sesa, Mahapurna comenzó a ofrecer fervientes oraciones, pidiéndole al Señor que trajese a Ramanuja a Rañga-ksetra. Al escuchar esta ardiente súplica de Su devoto puro, el Señor Rañganatha sintió compasión e instruyó a Mahapurna: “Hijo mío, debes enviar a Vararañga, el más dulce de los cantantes, a Kañcipuram, al templo del Señor Varadaraja. Cuando el Señor Varadaraja esté complacido por los bhajans de Vararañga y le ofrezca una bendición, entonces él debe pedirle que permita que Ramanuja venga aquí. Sin el permiso de Varadaraja, Ramanuja jamás abandonará el refugio de Sus pies de loto”.

Partida hacia Sri Rañgam
Vararañga era el hijo de Yámuna. Era un famoso cantante, y había compuesto música para los hermosos versos conocidos como Sahasra-giti. Tras recibir estas instrucciones, Mahapurna envió a Vararañga a Kañcipuram, después de instruirle sobre cómo debía cumplir su misión.

Cada día, en el templo de Varadaraja, Vararañga cantaba bhajans ante el Señor de una forma tan exquisita que cualquiera que le escuchaba quedaba impresionado y lleno de éxtasis. Finalmente, el Señor Varadaraja se sintió tan complacido con Vararañga que le ofreció una bendición como recompensa por sus servicios. Por supuesto, Vararañga Le pidió al Señor que permitiese que Ramanuja fuese a Sri Rañgam para convertirse en el acarya de los vaisnavas que allí vivían.

Ramanuja se sentía triste al abandonar Kañcipuram, particularmente por el hecho de que ello significaba perder la asociación de Kañcipurna. Pero, al mismo tiempo, se sentía feliz ante la perspectiva de encontrarse con los discípulos de Alabandaru. Con esta mezcla de sentimientos, pasó junto a Vararañga algunos días, en su viaje a Sri Rañgam.

Todos los habitantes de Rañga-ksetra estaban muy felices cuando Yatiraja llegó a su ciudad, y la asamblea de vaisnavas le instituyó inmediatamente en acarya.

El Señor Rañganatha también estaba muy complacido al ver en Su templo a aquel devoto de corazón puro, y le otorgó dos poderes místicos —la capacidad de curar enfermedades, y la fuerza necesaria para proteger a los devotos de la ilusión. Al escuchar que Ramanujacarya había venido a Sri Rañgam, muchos vaisnavas de los alrededores vinieron para verle; y todos se estremecían al escuchar sus maravillosas explicaciones de la filosofía vaisnava.

La liberación de Govinda
Poco después de su llegada a Sri Rañgam, Ramanuja comenzó a considerar la posición de su querido primo, Govinda, quien años atrás le había salvado del complot criminal de Yadavaprakasa. Recordaba la simplicidad y el afecto de Govinda y cómo había sido siempre un querido amigo para todas las entidades vivientes. Mientras pensaba así, surgió en el corazón de Ramanuja el deseo de traer a Govinda al refugio de los pies de loto del Señor Visnu.

Como se dijo antes, desde el funesto peregrinaje a Varanasi, Govinda se había conver¬tido en un entregado devoto del Señor Siva, residiendo en el lugar sagrado conocido como Kalahasti, el cual es un lugar sagrado de peregrinaje para todos los sivaítas. El tío de Ramanuja, Sailapurna, discípulo de Yamuna, vivía ahora en Srí Saila, muy cerca de Kalahasti. Por lo tanto, Yatiraya decidió escribirle una carta, pidiéndole que de una manera u otra convirtiese a Govinda en un devoto del Señor Visnu. Al recibir esta carta, Sailapurna fue a Kalahasti con sus discípulos, y allí acampo cerca de un gran lago.

Cada mañana, Govinda iba a aquel lago para bañarse y recoger flores para su adoración. Cuando una mañana llegó y encontró a aquel venerable acarya vaisnava sentado cerca de allí hablando con sus discípulos sobre las Escrituras, sintió curiosidad. Deseoso de escuchar lo que allí se decía, Govinda trepó a un árbol patali cercano para coger algunas flores. Al escuchar las palabras de Sailapurna, llenas de devoción, la mente de Govinda se sintió más y más atraída a aquel santo vaisnava.

Cuando el discurso finalizó, y Govinda se retiraba para tomar un baño, Sailapurna le llamó, “Oh santo, ¿puedo saber para quién has cogido esas flores?”. Al saber que aquellas flores estaban destinadas a la adoración del Señor Siva, continuó diciendo, “pero ¿cómo flores como esas pueden ser deseables para aquel que se ganó el nombre de Vibhuti-bhusana por ungirse con las cenizas de los deseos mundanos, los cuales había quemado sabiendo bien que son la causa de las miserias materiales? El Señor Siva danza en el crematorio, loco por obtener la misericordia del Señor Narayana. Estas flores más bien deben ser ofrecidas al Señor Supremo Visnu, quien es la reserva de todas las cualidades auspiciosas y de quien todos los universos han emanado. Estoy sorprendido al ver que una persona tan inteligente como tú está recogiendo flores para adorar al Señor Siva”.

“Reverendo señor”, replicó Govinda, “en un sentido, puedo ver que tus palabras son ciertas, pero, ¿qué se puede ofrecer al Señor Supremo, quien es ya el propietario de todas las cosas? ¿Qué puedo hacer yo por el gran Señor Sañkara, quien es tan poderoso que salvó al universo entero bebiendo un océano de veneno? Aun así, hay algún propósito al elevar tales ofrendas, pues haciendo esto podemos expresar nuestra devoción al Señor. Es la devoción lo que el Señor aprecia, no la pobre ofrenda en sí misma”.

“Oh mahatma”, dijo Sailapurna, “estoy complacido con tu devoción y tu humildad. Lo que has dicho es verdad. ¿Qué podemos nosotros ofrecer, excepto entregarnos a esa Personalidad que, en la forma de un brahmana enano, se llevó todas las posesiones del poderoso rey de los demonios? Esa entrega completa es la más elevada forma de adoración, y por la fuerza de tal entrega Bali Maharaja pudo cautivar al Señor Vamanadeva. Tan sólo traca de entender una gota de la dulzura de las relaciones amorosas del Señor con Sus devotos, de las cuales tú te has privado, al abandonar Su adoración en beneficio del Señor Siva”.

“Pero, ¿por qué haces esa distinción entre Visnu y Siva?”, dijo Govinda. “¿No son ambos aspectos del mismo Dios?”. Al escuchar estas afirmaciones de Govinda, Sailapurna comprendió que el joven no sólo estaba ocupado en la adoración a los semidioses, sino que además había sido influenciado por la filosofía de los impersonalistas.

Cada mañana, Govinda y Sailapurna se encontraban en el lago e intercambiaban palabras en un tono similar. Gradualmente, como resultado de oír la filosofía teísta pura de labios de un santo tan grande como Sailapurna, el corazón de Govinda comenzó a cambiar, y surgió en él el deseo de refugiarse en los pies de loto del Señor Narayana. Una mañana, se postró como una vara frente a Sailapurna, y le rogó que le diese iniciación. Así fue como Govinda abandonó su adoración al Señor Siva y adoptó el sendero de la devoción incon¬dicional al Señor Supremo, Sri Visnu.

Después de la iniciación, Sailapurna le instruyó a Govinda que fuese a Sri Rañgam para vivir con su famoso primo, Ramanujacarya. Sin embargo, la devoción de Govinda hacia su guru era tan grande que era incapaz de tolerar los sentimientos de separación que estaba atravesando. Por consiguiente, pronto regresó a la ciudad de Sri Saila para rendir servicio personal a su maestro espiritual.

Gosthipurna
Tras llegar a Sri Rañgam, Ramanuja estaba muy complacido de reasumir su papel de discípulo de Mahapurna; a través de esta asociación sentía un gran alivio de la tristeza que le había afligido desde la desaparición de Yamuna. Con su comportamiento hacia Mahapurna, sentó el ejemplo para todos los discípulos de cómo servir a sus maestros espirituales. Bajo la experta guía de Mahapurna, reasumió su estudio de las Escrituras reveladas. Mahapurna estaba tan impresionado por el incomparable carácter y las cualidades vaisnavas de su discípulo que le entregó a su propio hijo como discípulo.

Una tarde, cuando ya había concluido los estudios del día, Mahapurna le dijo a Ramanuja: “no muy lejos de aquí hay un próspero pueblo conocido como Tirukkotiyur. Allí vive un gran escultor y devoto, llamado Gosthipurna, que nació en el estado de Pandya. No es exagerado decir que no hay vaisnava como él en esta parte del país. Si deseas aprender plenamente el significado de los mantras védicos, no hay ninguna persona que esté tan cualificada como él para enseñarte. Te aconsejo que vayas a Tirukkotiyur sin demora y que recibas el mantra de Gosthipurna.

Tras recibir esta instrucción de su guru, Ramanuja fue unos días más tarde a Tirukkotiyur para ver a Gosthlpurna. En presencia de aquel famoso devoto, ofreció sus reverencias y le rogó que le otorgase el vaisnava-mantra. Gosthipurna, sin embargo, se mostró reacio a entregar el mantra secreto, y respondió, “puedes volver otro día, y yo consideraré tu petición”. Ramanuja se desanimó mucho ante esta respuesta, y con el corazón apenado regresó a Sri Rañgam.

Pocos días más tarde se celebró un gran festival en honor del Señor Rañganatha, y Gosthipurna fue allí para tomar parte en la adoración. En aquel momento, uno de los sacerdotes del templo fue inspirado por el Señor Rañganatha, y se dirigió a Gosthipurna diciendo lo siguiente: “Debes darle el mantra a Mi devoto, Ramanuja, pues él es el más apto para recibirlo”.

Comprendiendo que el Señor estaba hablándole a través de Su sirviente, Gosthipurna respondió: “Pero mi Señor, ¿no es verdad que el mantra sólo puede ser entregado a alguien que haya purificado por completo su mente tras largas austeridades? ¿Cómo puede el mantra, que no es diferente de Ti, residir en la mente de alguien que no es puro?”.

A esto el sacerdote replicó, “tú no entiendes la pureza de este devoto. Él puede liberar a toda la humanidad”.

Tras este incidente, Gosthipurna comenzó a considerar el asunto seriamente, pero aún no estaba decidido a darle el mantra a nadie. Una y otra vez, Ramanuja se dirigió a él, pero Gosthipurna rehusó acceder a su petición. Cuando sus súplicas fueron denegadas en dieciocho diferentes ocasiones, Ramanuja comenzó a pensar que debía haber alguna gran impureza en su corazón, y que ésta era la razón por la cual Gosthipurna no le concedía su misericordia. En medio de esta aflicción, Ramanuja comenzó a derramar lágrimas de desesperación.

Cuando algunas personas informaron a Gosthipurna de la condición de Ramanuja, sintió lástima por el joven devoto. Así pues, cuando Ramanuja se acercó de nuevo a él, le habló de una forma muy amable. “Sólo el Señor Visnu es consciente de las glorias de este mantra. Ahora, yo sé que tú eres digno de recibirlo, debido a tu pureza y firme devoción a los pies de loto del Señor. Nunca había encontrado a nadie, excepto tú, que fuese apto para recibir este mantra, porque cualquiera que lo cante es seguro que irá a Vaikuntha en el momento de la muerte. Puesto que este mantra es muy puro y sagrado, no debe ser tocado por los labios de alguien que tenga deseos materiales. Por lo tanto, no debes revelarle esta mantra a ninguna otra persona”.

Tras instruir así a Ramanuja, Gosthipurna le inició en el canto del mantra de ocho sílabas. Ramanuja se llenó de éxtasis al cantar esta maravillosa vibración, y su cara comenzó a brillar con efulgencia espiritual. Se consideró el más afortunado de todos los seres y, una y otra vez, se postró a los pies de su guru.

La revelación del mantra secreto
Después de dejar a Ssri Gosthipurna, Ramanuja, muy alegremente, emprendió el regreso a Sri Rañgam. Pero mientras caminaba comenzó a pensar en la potencia del mantra que había recibido. Mientras pensaba así, se llenó de compasión por todas las entidades vivientes que sufren en este mundo material. Así pues, mientras caminaba cerca de los muros del templo de Visnu en Tirukkotiyur, comenzó a llamar a toda la gente que pasaba por allí, “¡por favor, vengan aquí todos ustedes, cerca del templo del Señor Visnu, y yo les daré una joya de valor incalculable!”.

Atraídos por la pureza de su expresión y sus palabras pocos comunes, una gran multitud de hombres, mujeres y niños comenzó a seguirle. Por todo el pueblo comenzó a propagarse el rumor de que había aparecido un profeta capaz de satisfacer los deseos de todos. En poco tiempo, una gran multitud se había reunido en el exterior del templo. Al ver aquella gran cantidad de gente, el corazón de Yatiraja se llenó de júbilo. Abrazó a los dos discípulos que le habían acompañado, Dasarathi y Kuresa, y después trepó a la torre del templo.

Con una voz muy alta, comenzó a dirigirse a la multitud: “Todos ustedes son más queridos para mí que mi propia vida. Por lo tanto, tengo un gran deseo de liberarles de los tormentos y sufrimientos que todos hemos de padecer en este mundo temporal. Por favor, reciten este mantra que he obtenido para vosotros. Hagan esto, y la misericordia del Señor se derramará sobre ustedes”. Al oír las palabras de Ramanuja, toda la multitud respondió, “por favor, danos el mantra. ¡Derrama sobre nosotros las bendiciones del Señor!”.

Entonces, Yatiraja proclamó con una voz resonante el mantra que acababa de recibir de Gosthipurna: “¡Om namo narayanaya!”. Inmediatamente, la multitud respondió recitando a su vez las palabras sagradas, produciendo un ruido semejante al de un trueno. Dos veces más Ramanuja recitó el mantra, y dos veces más la estruendosa respuesta resonó desde la multitud.

Todos quedaron en silencio, mirándose unos a otros con sentimientos de gran éxtasis en sus corazones. En aquel momento, parecía que la Tierra se había convertido en Vaikuntha. Los rostros de hombres, mujeres y niños estaban iluminados por el júbilo, y parecía que todas las miserias de la tierra habían desaparecido. Los que habían llegado corriendo al templo esperando recibir oro y joyas olvidaron inmediatamente sus deseos mundanos, sintiendo que habían recibido un diamante en lugar de trozos de cristal roto.

Mientras la alegre multitud se desvanecía, venían para postrarse ante Yatiraja, consi¬derándose ilimitadamente afortunados de haber recibido tal bendición de un alma tan grande. Ramanuja entonces bajó de la torre y comenzó a caminar hacia la residencia de Gosthipurna para adorar los pies de su guru.

La ira de Gosthipurna
Para entonces, Gosthipurna había oído con todo detalle lo que había ocurrido en la plaza del templo, y estaba extremadamente enfadado, sintiendo que Ramanuja había traicionado su confianza. Cuando Ramanuja se acercó a él acompañado de sus dos discípulos, el anciano acarya se dirigió a él con una voz que temblaba debido a la ira: “¡Vete de mi vista, tú, el más bajo de los hombres! He cometido un gran pecado al confiar la gema más preciosa a una persona indigna de confianza como tú. ¿Por qué has regresado aquí de nuevo, forzándome a cometer el pecado de mirar tu cara? Sin duda, estás destinado a vivir en el infierno por incontables vidas”.

Sin ningún tipo de remordimiento, Ramanuja le respondió a su guru de la forma más humilde, diciendo, “fue sólo porque estoy dispuesto a sufrir en el infierno por lo que he desafiado tu orden. Tú me dijiste que quienquiera que cantase el mantra de ocho sílabas sería liberado con toda certeza. Así pues, según tus palabras, ahora mucha gente ha sido destinada a encontrar refugio en los pies de loto del Señor Narayana. Si una persona insignificante como yo ha de ir al infierno, eso no tiene mucha importancia, si tantos otros van a alcanzar la misericordia del Señor Narayana”. Al oír estas palabras, que revelaban plenamente la profundidad de la compasión del devoto, Gosthipurna estaba completamente atónito y lleno de admiración. Toda su ira desapareció en un instante, tal como pasa una violenta tempestad, y abrazó a Ramanuja con profundo afecto. Todos los que pudieron presenciar esta transformación se llenaron de júbilo y asombro.

Gosthipurna entonces se dirigió a Ramanuja con las manos juntas, diciendo: “Hijo mío, nunca he conocido a nadie tan magnánimo como tú. Desde hoy, tú eres mi guru, y yo soy tú discípulo. No hay duda alguna de que tú eres el asociado más íntimo del Señor, mientras que yo no soy más que un hombre común. ¿Cómo puedo yo comprender tu grandeza? Por favor, perdona todas mis ofensas”.

Ramanuja dobló sus rodillas y tomó los pies de su guru. Con su cabeza inclinada con humildad, dijo: “Usted es mi guru eterno. El mantra perfecto se ha vuelto incluso más poderoso al haber emanado de sus labios. Así pues, hoy ha reducido a cenizas las miserias de muchos miles de personas. Aunque he cometido la ofensa de transgredir la orden de mi guru, me he vuelto eternamente afortunado al recibir su abrazo, que es deseado incluso por los dioses. Mi oración es que, considerándome su hijo y sirviente, derrame eternamente su misericordia sobre mí”.

Profundamente complacido por la humildad y gentil comportamiento de Ramanuja, Gosthipurna le pidió que aceptase como discípulo a su hijo, Saumya-narayana. A continuación, con el permiso de su maestro espiritual, Ramanuja regresó a Sri Rañgam. Tras este incidente, la fama de Yatiraja aumentó aun más, y durante varias semanas parecía que la gente no podía hablar de otra cosa que de este gran devoto que había aparecido entre ellos.

Instrucciones a Kuresa
De nuevo en Sri Rañgam, Yatiraja comenzó a instruir al creciente número de discípulos que habían tomado refugio en él. Un día, su discípulo Kuresa se acercó a él y le pidió que le revelase el significado del verso más importante del Bhagavad-gita:


cita:
sarva-dharman parityajya
mam ekam saranam vraja
aham tvam sarva-papebhyo
moksayisyami ma suca

“Abandona todas las variedades de religiones y tan sólo entrégate a Mí. Yo te libraré de todas las reacciones pecaminosas. No temas”.

Ramanuja respondió: “alguien que abandona todo tipo de deseos independientes y durante un año se dedica plenamente a servir a su guru puede comprender totalmente el significado de este verso, y nadie más”.

“Pero la vida es tan incierta”, dijo Kuresa, “¿cómo puedo saber si viviré un año más? Por favor, déme su misericordia para que el significado de este verso se manifieste en mi corazón incluso ahora”.

Yatiraja consideró por un momento esta petición y después respondió: “si puedes vivir durante un mes mendigando de puerta en puerta, sin saber dónde podrás obtener tu próxima comida, entonces empezarás a comprender el significado de la entrega total. En ese momento, te revelaré todos los significados de este glorioso verso”.

Durante un mes, Kuresa vivió tal como su guru le había instruido. Cuando pasó aquel mes, aprendió de Yatiraja todo lo referente a la naturaleza de la entrega al Señor Krishna.

La petición de Dasarathi
Poco más tarde, Dasarathi, el segundo discípulo de Ramanuja, se acercó a él con la misma intención que había planteado Kuresa. A él Yatiraja le respondió: “Tú eres mi pariente, y por lo tanto deseo que comprendas ese verso escuchando a Gosthipurna, pues incluso aunque haya alguna falta en ti, no le daré importancia, debido a que tú eres un miembro de mi familia. El deber del guru es apartar todas las contaminaciones del corazón de su discípulo. Por lo tanto, es mejor para ti que recibas instrucciones de Sri Gosthipurna”. Dasarathi era famoso como gran erudito, y todavía estaba un poco orgulloso de su conocimiento. Por esta razón Ramanuja le indicó que se acercase a Gosthipurna.

Siguiendo las instrucciones de su guru, Dasarathi fue a vivir a Tirukkotiyur, y durante seis meses se sentó a los pies de Mahatma Gosthipurna. Sin embargo, incluso después de todo ese tiempo, el acarya aún no le había explicado el significado de este sublime verso hablado por el Señor Krishna.

Eventualmente, sintiendo compasión por aquel joven, Gosthipurna le dijo a Dasarathi: “ciertamente, tú eres el más brillante de los eruditos; yo sé eso perfectamente. Sin embargo, debes comprender que la educación, la riqueza, y el nacimiento en una familia aristocrática pueden hacer que el orgullo surja en el corazón de un hombre inteligente. En las personas virtuosas, el conocimiento trae consigo el autocontrol, y así da lugar a que surjan las buenas cualidades, no los defectos. Entendiendo estas instrucciones, ahora puedes regresar con tu guru; el satisfará tus deseos revelándote el significado del verso”.

La humildad de Dasarathi
Dasarathi regresó entonces a Ssri Rañgam, y le informó a Ramanuja de todo lo que había ocurrido en Tirukkotiyur. Al mismo tiempo, Attulai, la hija de Mahapurna, llegó allí visiblemente agitada. Cuando Yatiraja le preguntó cuál era la causa de su infelicidad, ella respondió: “querido hermano, mi padre me ha enviado a ti. Yo vivo en la casa de mi suegro, y cada día por la mañana y por la tarde, tengo que traer agua de un lago que está a más de dos kilómetros de la casa. El camino es muy solitario y difícil de recorrer, y como resultado estoy muy agobiada por el temor y el esfuerzo físico. Cuando le hablé a mi suegra de estas dificultades, ella, en lugar de compadecerse, explotó en ira diciendo: ‘¿por qué no has traído un cocinero de la casa de tu padre? ¿Crees que puedo contratar un sirviente mientras tú te sientas ociosamente en casa?’. Muy afligida ante este tratamiento que he recibido, regresé a la casa de mi padre, y él me recomendó que viniese a ti para que me ayudes a solucionar este problema”.

Ante esta súplica, Ramanuja inmediatamente respondió: “Mi querida hermana, no te preocupes. Aquí tengo un brahmana que enviaré contigo. Él hará el trabajo de ir a buscar agua, y también cocinará”.

Diciendo esto, miró a Dasarathi, el gran erudito. Aunque trabajar en la cocina podría considerarse una ocupación inadecuada para un erudito tan conocido como él, Dasarathi comprendió el deseo de su guru y alegremente siguió a Attulai hasta la casa del suegro de ésta. Allí comenzó a asumir todo el trabajo de la cocina con gran cuidado y devoción. Así pasaron seis meses.

Un día, llegó un vaisnava al pueblo, y estaba explicando un verso a un gran grupo de personas. Dasarathi estaba entre la multitud, y cuando se dio cuenta de que las explicaciones del orador estaban teñidas de erróneas concepciones impersonalistas, no pudo contenerse y puso de manifiesto todos aquellos errores. Ante esto, el hombre se irritó mucho, y gritó, “¡cállate, idiota! ¡No se ha hecho la miel para la boca del asno! ¿Dónde se ha visto que un cocinero explique las Escrituras? Vete a la cocina, y exhibe allí tus talentos”.

Sin mostrar el más mínimo enojo ante estas ásperas palabras, Dasarathi prosiguió calmadamente su explicación del verso. Su presentación, basada en muchas Escrituras diferentes, fue tan perfecta, que todos los que escuchaban sus palabras quedaron cautivados. Incluso el orador original le pidió perdón, tocando sus pies y preguntándole, “¿cómo es que un devoto tan sincero y erudito como tú está ocupado en un trabajo doméstico, trabajando en una cocina?”.

A esto, Dasarathi respondió que él simplemente estaba actuando según la orden de su guru, la cual era su vida y alma. Cuando toda la gente se dio cuenta de que era Dasarathi, el famoso erudito y devoto, todos ellos fueron en grupo a Sri Rañgam. Allí, ante Ramanuja, presentaron su petición, diciendo, “Oh, Mahatma, no es apropiado que tu excelso discípulo continúe ocupándose en su trabajo como cocinero. El no tiene ningún vestigio de orgullo en su corazón, y es sin duda un exaltado paramahamsa. Por favor, danos tu consentimiento para que podamos traerlo con gran honor de vuelta a tus pies.

Yatiraja estaba tan complacido al escuchar a la gente describir así a su discípulo que él mismo les acompañó. Cuando se encontraron, Ramanuja abrazó a Dasarathi y le bendijo. Al regresar a Sri Rañgam le explicó plenamente el significado de la instrucción final de Krishna a Arjuna en el Bhagavad-gita, el cual revela la esencia de la entrega de un devoto a la Suprema Personalidad de Dios. Puesto que Dasarathi había satisfecho su deseo prestando servicio a los devotos, desde aquel día fue conocido como Vaisnava dasa.

Aprendiendo de Maladhara
Después de esto, a pedido de Mahapurna, Ramanuja estudió de nuevo los escritos de los devotos del sur de la India, esta vez bajo la dirección de Vararañga. Cuando el estudio terminó, Gosthipurna se acercó a él con otro devoto, diciendo, “esta gran alma, Sri Maladhara, viene de la ciudad de Srimadhura, en la tierra de los Pandyas, donde yo nací. Él es un gran erudito y uno de los mejores discípulos de Yamuna. El ha entendido plenamente el Sathari-sukta, las mil canciones compuestas por el gran devoto Sathari. Trata de aprender de él todo esto, y seguramente serás bendecido por el Señor Narayana”.

Siguiendo la orden de su guru, Ramanuja comenzó a estudiar a los pies de Maladhara. Sin embargo, un día el profesor explicó uno de los versos en una manera que a Ramanuja le pareció inapropiada, y éste presentó un entendimiento diferente. Ofendido por lo que veía como una gran audacia por parte de su discípulo, Maladhara abandonó inmediatamente Sri Rañgam y regresó a su casa.

Cuando Gosthipurna escuchó lo que había sucedido, fue a visitar a su hermano espiritual y le preguntó, “¿pudo Ramanuja absorber plenamente el significado de las Mil Canciones ?”. A esta pregunta, Maladhara respondió explicándole todo lo que había ocurrido en Sri Rañgam.

“Mi querido hermano”, dijo Gosthipurna, “no lo juzgues como si fuese un hombre común. Ninguno de nosotros puede entender como él los íntimos pensamientos y deseos de Yamuna. Por lo tanto, cuando él da una explicación sobre algún verso, debes escucharle como si Alabandaru mismo, nuestro guru, estuviese hablando”.

Aceptando este consejo de Gosthipurna, Maladhara regresó a Sri Rañgam y reasumió sus clases con Ramanuja. Pocos días después, Ramanuja habló una vez más, dando una explicación diferente de un verso en particular, pero esta vez, en lugar de enojarse, Maladhara le escuchó con gran atención. Cuando escuchó la explicación que Ramanuja daba sobre el verso, Maladhara quedó sorprendido al ver el profundo e inspirado entendimiento que aquel joven sannyasi tenía de la filosofía vaisnava. Con un sentimiento de profunda reverencia, circun¬való a Ramanuja, y después le trajo a su hijo para que se convirtiese en su discípulo.

La ciencia del dharma
Después de completar sus estudios del Sathari-sukta, Ramanuja quiso aprender la ciencia del dharma con Sri Vararañga, el hijo de Yamunacarya. Cada día, Vararañga iba ante el Señor Rañganatha y cantaba bhajans con una voz incomparablemente dulce. Algunas veces, danzaba en éxtasis y, cuando se cansaba, Ramanuja le aliviaba masajeando sus piernas y ungiendo su cuerpo con cúrcuma. Cada día preparaba leche condensada para Vararañga y se la llevaba como si fuese un sirviente ordinario.

Esto continuó así durante seis meses, y entonces Vararañga le dijo a Ramanuja: “yo conozco tu deseo de aprender de mí acerca del dharma, y puesto que estoy muy complacido con el servicio que me has prestado, te enseñaré todo cuanto sé. Todo lo referente al dharma es entendido por aquel que ha comprendido el significado de este verso:


cita:
gurur eva param brahma
gurur eva pararm-dhanam
gurur eva parah kamo
gurur eva parayanam

“Aquel que ve a su maestro espiritual como la personificación del Señor Mismo y le sirve perfectamente, sin ningún deseo personal, tal como tú me has servido a mí, es el mejor conocedor del dharma. Ese es el límite de mi comprensión”.

Ramanuja estaba muy complacido de recibir esta instrucción de su profesor, y se postró a sus pies para ofrecerle reverencias, Sri Vararañga no tenía hijos, pero tenía un hermano mayor, llamado Chotanambi, quien era muy querido por él. Así pues, lo trajo para que se convirtiese en discípulo de Ramanuja.

De esta forma, Ramanuja fue instruido por los cinco discípulos más íntimos de Yamuna: Kañcipurna, Mahapurna, Gosthipurna, Maladhara y Vararañga —cada uno de los cuales personificaba diferentes aspectos del gran acarya. Ahora, parecía que Alabandaru estuviese de nuevo presente en la tierra en la forma del devoto puro, Sri Ramanujacarya. Cuando Yatiraja hablaba, describiendo la filosofía vaisnava, todo el mundo se asombraba al escuchar descripciones tan hermosas. Cuando hablaba acerca de las glorias del Señor, la infelicidad y los deseos materiales de todos los que le escuchaban se disipaban inmediatamente.

La devoción de Tirumañgai
De todos los templos de la India, el del Señor Rañganatha, situado en una isla del río Kaveri, es sin duda el más grande de todos. La historia de la construcción de este templo es muy interesante.

Unos trescientos años antes del nacimiento de Ramanujacarya, el cual tuvo lugar en el año 1017 DC., vivió en el sur de la India un devoto llamado Tirumañgai. Su corazón siempre rebosaba de devoción por el Señor Visnu y, movido por estos sentimientos de amor puro, compuso oraciones muy bellas y poéticas.

Desde su juventud, tenía el hábito de viajar por todo el país, visitando los lugares santos de peregrinaje. En el transcurso de sus viajes, cuatro grandes místicos se habían sentido atraídos por su excelsa naturaleza, y se habían convertido en sus discípulos. Cada uno de esos discípulos tenía una cualidad especial que lo hacía diferente de las personas comunes.

El primero de esos discípulos era Tola Vazhakkan, y era muy conocido por su habilidad para derrotar a cualquier oponente en un debate. El segundo discípulo se llamaba Taluduvan, y tenía la habilidad de abrir cualquier cerradura sin necesidad de utilizar llave alguna. Los otros dos discípulos poseían talentos poco comunes. El tercero, Nizhalal Mithippan, podía inmovilizar a cualquier hombre simplemente por el hecho de pisar su sombra, mientras que el cuarto, Nirmal Nadappan, había desarrollado el laghima-siddhi, que le permitía caminar sobre al agua.

Tirumañgai visita Sri Rañgam
Después de viajar por muchos lugares santos de peregrinaje, Tirumañgai llegó finalmente al templo del Señor Rañganatha. La Deidad de Rañganatha había sido instalada originalmente por Vibhisana, el hermano de Ravana, pero en la época de Tirumañgai el templo estaba completamente abandonado y lleno de murciélagos. Una vez al día, un sacerdote iba a ofrecer algunas flores y un poco de agua, y después huía por temor a los animales salvajes que vivían en el bosque circundante.

Al ver esta deplorable condición, surgió en la mente de Tirumañgai un fuerte deseo de construir un hermoso y opulento templo para el Señor Rañganatha. Sin embargo, ni él ni sus discípulos tenían dinero. Tras deliberar juntos, resolvieron acercarse a cualquier hombre rico que pudieran encontrar para pedirle que diese dinero para la construcción de un templo. Desafortunadamente, debido a los efectos de Kali-yuga, ni un sólo de aquellos hombres adinerados les dio ni una pequeña moneda, y era frecuente que los blasfemasen llamándoles ladrones y sinvergüenzas.

Viviendo con ladrones
Siendo como era un humilde devoto, Tirumañgai no se perturbaba por ese trato, pero al recordar al Señor Supremo abandonado en medio de un bosque salvaje plagado de chacales y hienas, tal pensamiento le causaba un profundo dolor. Finalmente, no pudo tolerar la situación por más tiempo, y les dijo a sus cuatro discípulos: “Hemos desperdiciado mucho tiempo tratando de persuadir a esos sinvergüenzas para que sirvan al Señor. Ellos siempre continuarán siendo ateos e infieles. ¿Qué es lo mejor? ¿mendigar de esos villanos mientras el Señor Rañganatha permanece en esta condición lamentable, o humillarles construyendo para el Señor un templo tan magnífico que ellos se vean forzados a postrarse a Sus pies?”.

Los discípulos contestaron: “Nuestro deber es servir al Señor, no actuar como sirvientes de estos sinvergüenzas”.

“Entonces, prepárense”, continuó Tirumañgai, “de ahora en adelante, nos ocuparemos de que la riqueza de esos avaros sea utilizada para construir un templo. Esos ricos terratenientes, crueles por naturaleza, han pasado sus vidas explotando el sudor de los pobres trabajadores, y privándoles de comida suficiente. Por lo tanto ahora vamos a robar a esos sinvergüenzas, y usaremos su dinero para construir un templo y distribuir prasada a los pobres”.

Los cuatro discípulos accedieron a esta propuesta, y cada uno de ellos habló a su vez. Tola Vazhakkan dijo: “Nadie puede vencerme en un debate. Así pues, mientras yo entretengo a algún hombre rico y a sus asistentes con mi conversación, ellos olvidarán todo lo demás, y ustedes podrán llevarse fácilmente sus riquezas”.

Taluduvan dijo: “Yo puedo abrir cualquier cerradura sin usar llave alguna. Por consiguiente, ninguna tesorería se nos resistirá”.

Nizhalai Mithippan dijo: “Cualquier persona cuya sombra sea tocada por mis pies quedará inmovilizada. Por lo tanto, será fácil para nosotros detener en las carreteras a los ricos viajeros”.

Nirmal Nadappan dijo: “Las grandes casas de los ricos terratenientes, que están rodeadas por grandes fosos de agua, siempre han estado abiertas para mí, pues puedo caminar fácilmente sobre el agua. Por lo tanto, desde hoy en adelante, todos los tesoros de los reyes son nuestros”.

La construcción del templo de Rañganatha
Con la ayuda de sus cuatro discípulos, Tirumañgai se convirtió muy pronto en el jefe de una gran banda de ladrones. Juntos acumularon una gran cantidad de riquezas, que fueron escondidas en un lugar secreto de la isla del Señor Rañganatha. Gastando grandes sumas de dinero, Tirumañgai trajo a los mejores arquitectos del país para que diseñasen un grandioso templo para el Señor, y en un momento auspicioso, puso la primera piedra.

En dos años se levantó la sala interna del templo, rodeada por el primer círculo de muros y coronada por una alta torre. Miles de trabajadores tomaron parte en la construcción, pero aún así, pasaron cuatro años antes de que se completase el siguiente círculo de muros y habitaciones, seis años para el segundo, ocho años para el tercero, diez años para el cuarto, doce años para el quinto, y dieciocho años para el sexto. Fueron necesarios sesenta años para completar la construcción del templo, y para entonces, Tirumañgai tenía ochenta años.

Después de la construcción de la parte principal del templo, los reyes comenzaron a enviar dinero a Tirumañgai por su propia voluntad, convencidos ya de que era un devoto genuino. Además, ahora era el jefe de una banda de más de mil ladrones, y otros terratenientes le dieron dinero generosamente, temiendo que, de otra manera, todas sus riquezas serían arrebatadas. A pesar de ello, Tirumañgai continuaba llevando la sencilla vida de un devoto, tomando una vez al día prasada cocinado con sus propias manos con la comida que obtenía mendigando. Además se aseguraba de que nadie en aquella zona padeciese por falta de comida —sólo los ricos temían al sabio Tirumañgai.

La ira de los ladrones
Cuando los siete muros del templo fueron completados, Tirumañgai recompensó gene¬rosamente a todos los arquitectos. Tras realizar este pago, no quedó ni un céntimo en la tesorería. Al mismo tiempo, la banda de ladrones, que habían sido sus cómplices, pidieron su parte de las riquezas que habían robado. Tirumañgai consideró por algún tiempo las exigencias de los ladrones sin encontrar la forma de pagarles, y luego consultó con su discípulo Nirmal Nadappan en un lugar apartado.

Mientras tanto, los ladrones, creyendo que Tirumañgai les había engañado gastando todo el dinero para la construcción del templo, tramaron una conspiración para matar a su líder. Sin embargo, en el momento en que estaban a punto de llevar a cabo sus planes, Nirmal Nadappan se acercó a ellos, diciendo: “Mis queridos hermanos, en un lugar escondido junto a la orilla norte del Kaveri, hay una gran cantidad de riquezas que pertenecen a nuestro maestro. Miren, ahí hay un barco, yo les llevaré al lugar donde está escondido el tesoro, y después podemos repartírnoslo”.

Los ladrones accedieron felizmente a esta propuesta, y todos subieron a un gran barco que había sido utilizado para transportar bloques de piedra para el templo. Transcurría la estación lluviosa, y el monzón había desbordado el río Kaveri, inundando una extensa área de más de un kilómetro de anchura. El día estaba llegando a su fin, y oscuras nubes comenzaban a cubrir la luz de la puesta del sol. Mientras Tirumañgai y sus otros tres discípulos permanecían en la isla de Sri Rañgam, sólo pudieron distinguir a duras penas el perfil del barco, mientras se movía lentamente hacia la lejana orilla opuesta.

Súbitamente, por encima del rugido del agua y los silbidos del viento, escucharon un espantoso grito de pánico que parecía venir del interior del Kaveri mismo. Después, sólo quedó el silencio, y el barco ya no podía verse. Entre las rugientes olas del Kaveri no era posible percibir nada.

Poco después, un hombre llegó caminando sobre el agua con firmes pasos, se acercó a Tirumañgai y se postró a sus pies. Este hombre no era otro que Nirmal Nadappan, el cuarto discípulo. Tirumañgai lo levantó y le dijo: “No te preocupes por esos hombres. Después de todo el servicio que han hecho, sin duda alguna el Señor Rañganatha los protegerá. ¿No es mejor para ellos abandonar el mundo ahora que continuar viviendo como ladrones? Ahora, pasemos los días restantes de nuestra vida en el servicio del Señor Rañganatha, pues nuestro propósito al adoptar la ocupación de ladrones ha sido cumplido”.

Así pues, Tirumañgai y sus cuatro discípulos se absorbieron en prestar servicio a la Deidad de Rañganatha. Pocos años más tarde, abandonaron este mundo y regresaron al refugio de los pies de loto del Señor Visnu.

El sumo sacerdote del templo
De esta forma fue construido el templo del Señor Rañganatha, el templo más grande de toda la India. Sin embargo, en la época de Ramanuja el sumo sacerdote del templo no era en absoluto un devoto ni un hombre piadoso. Usaba su posición para amasar una fortuna personal, y estaba dispuesto a deshacerse de cualquier persona que fuese un obstáculo para su ambición. Y ahora Ramanujacarya estaba demostrando ser un obstáculo.

El sumo sacerdote observó que la gente ofrecía respeto y veneración a Yatiraja, y que su propia posición estaba siendo minimizada. Debido a su envidia, no podía tolerar que su prestigio y su status fuesen arruinados, de forma que comenzó a considerar los medios en que podría deshacerse de tan peligroso rival. Después de tramar un plan, un día se acercó a Ramanuja y lo invitó a comer a su hogar. Después regresó rápidamente a su casa e instruyó a su esposa: “Hoy he invitado a comer a Ramanuja. Esta es nuestra oportunidad para deshacernos de una vez por todas de este sinvergüenza. Ya sabes donde puedes encontrar veneno. ¿Qué más puedo decir?”.

La esposa del sacerdote tenía un carácter similar al de su marido, y accedió feliz a la propuesta. El sumo sacerdote regresó entonces al templo, y a mediodía Yatiraja llegó a la casa para comer, en respuesta a su invitación. La esposa del sacerdote le recibió con gran cortesía, lavando sus pies y ofreciéndole un lugar agradable para sentarse. Aunque esta mujer era conocida por tener un corazón duro por naturaleza, cuando contempló la presencia trascendental del gran devoto, con su expresión pura y libre de maldad, comenzaron a surgir en ella sentimientos de compasión.

Cuando trajo el plato envenenado, fue incapaz de contenerse y, derramando lágrimas, se dirigió a Ramanuja: “Mi niño, si quieres salvarte, ve a comer a otra parte. Si tomas esta comida, morirás”.

Yatiraja estaba conmocionado al oír estas palabras, y permaneció sentado por algún tiempo, pensando qué habría hecho para que el sacerdote le odiase. Finalmente se levantó y abandonó la casa, caminando lentamente hacia el Kaveri. Al ver a Gosthipurna en la orilla del río, corrió hacia él y cayó a sus pies. Gosthipurna le levantó y le preguntó cuál era la causa de su aflicción.

Ramanuja le contó a su maestro espiritual todo lo que había ocurrido, y luego le dijo: “Me siento tan infeliz al ver su condición mental. ¿Cómo podrá liberarse de un pecado tan grande?”.

“Hijo mío”, respondió Gosthipurna, “si tú deseas que la misericordia del Señor bendiga a esa alma pecadora, no hay porqué preocuparse por él. Muy pronto, él abandonará sus actividades demoníacas y se convertirá en un hombre virtuoso”.

Tras dejar a su guru, Ramanuja regresó al asrama, y allí encontró a un brahmana esperándole con diversas clases de prasada. Tomó un poco, y distribuyó el resto a sus discípulos, sin contarle a nadie lo que le había sucedido en la casa del sumo sacerdote. Sentado a solas, continuó meditando en cómo sería posible reformar la naturaleza pecadora del sacerdote.

Entretanto, el sacerdote había regresado a su residencia, descubriendo que su conspiración había fracasado. Estaba muy enfadado, pero considerando que el corazón de la mujer es suave por naturaleza, excusó a su esposa e inmediatamente comenzó a tramar un nuevo plan para deshacerse de su imaginario rival.

Cada atardecer, Yatiraja visitaba el templo para ver al Señor Rañganatha. Aquella tarde, cuando estaba ante el Señor, el sumo sacerdote se acercó a él ofreciéndole caranamrta. Ramanuja aceptó agradecido y bebió el caranamrta, aunque sabía que estaba envenenado. Después le ofreció oraciones al Señor Rañganatha: “Oh océano de misericordia, cuan grande es Tu afecto por Tus devotos. Yo no soy digno de aceptar tal néctar de Tus pies de loto. Tu misericordia es inmotivada y no tiene límite”.

Cuando acabó de ofrecer oraciones, Ramanuja abandonó el templo, mientras su cuerpo temblaba debido al éxtasis. Al ser testigo de aquellas emociones, el sumo sacerdote creyó que eran los síntomas de que el veneno había surtido efecto y estaba muy complacido, pensando que su misión había tenido éxito. Estaba convencido de que a la mañana siguiente vería el humo de la pira funeraria de Yatiraja, pues había puesto en el caranamrta veneno suficiente como para matar a diez hombres.

El arrepentimiento del sacerdote
Sin embargo, en esta ocasión también fracasó. A la mañana siguiente, mientras se dirigía al templo como de costumbre, escuchó muchas voces cantando alegres canciones alabando a Ramanuja. El sacerdote se digirió apresuradamente hacia el lugar de donde provenía el sonido, y allí vio a toda la gente de Sri Rañgam cantando y danzando alrededor de Yatiraja, ofreciendo flores a sus pies. El acarya estaba sentado en un asiento bajo, sumergido en un trance de éxtasis, con su mente fija en la Suprema Personalidad de Dios. La pureza de sus rasgos era más radiante que nunca, con lágrimas de júbilo que fluían de sus ojos. Al contemplar esta maravillosa escena, incluso el corazón de piedra de aquel demoníaco sacerdote comenzó a suavizarse.

En un instante, el sumo sacerdote comprendió la necedad de su envidia hacia este gran mahatma, y avanzó entre la multitud, dirigiéndose hacia él. Llorando amargamente, cayó a los pies de Ramanuja, orando: “tú has descendido para cumplir los deseos del Señor Visnu, destruyendo a los hombres pecadores como yo. No esperes más, mi señor. Envíame en seguida a la morada de Yamaraja. Ni siguiera soy digno de tocar tus pies así que, por favor, castígame de inmediato por todos mis pecados. Sólo así puedo liberarme de las reacciones. ¡No esperes más! Lánzame enseguida bajo las patas de un elefante o en el fuego abrasador. No deseo vivir ni un momento más”.

Tras decir esto, el sacerdote comenzó a golpear su cabeza contra el suelo tan violentamente que el lugar se llenó de sangre. La gente trató de contenerle, pero estaba tan agitado que comenzó a golpear su pecho hasta que todo su cuerpo quedó ensangrentado. Entonces Yatiraja volvió a su conciencia externa y pacificó al sacerdote poniendo una mano sobre su cabeza y diciendo: “No actúes de esa forma tan atroz. El Señor Rañganatha ha perdonado todos tus pecados”.

“¿Cómo puedes mirar con tanta bondad a un hombre tan abominable como yo?”, exclamó el sacerdote. “¡Oh, salvador de los caídos, tu gloria será proclamada por los hombres a lo largo de todos los tiempos venideros!”.

Ramanuja entonces bendijo al sumo sacerdote y le otorgó su misericordia. Desde aquel día, el sacerdote fue una persona diferente. Abandonó toda la envidia que había manchado su corazón, y se transformó en un humilde sirviente del Señor, completamente dedicado a su salvador y guru, Ramanujacarya.

El debate con Yajñamurti
En aquella época había un gran erudito y pandita llamado Yajñamurti, que por medio de su erudición y su aguda inteligencia se había vuelto inconquistable en el debate. Aunque nacido en el sur de la India, había viajado por la parte norte del país, sin encontrar a nadie que pudiese rivalizar con su habilidad en el arte de la argumentación. Al regresar al sur de la India, oyó hablar de la fama de Ramanujacarya, el renombrado vaisnava que era tan experto en refutar la filosofía impersonalista. Por consiguiente, se apresuró en dirección a Sri Rañgam, seguido de un carro lleno de libros que siempre llevaba consigo.

Presentándose ante Ramanuja, Yajñamurti lo desafió inmediatamente a un debate. A esto, Yatiraja simplemente sonrió, diciendo, “Oh mahatma, ¿cuál es el valor de este enfrentamiento mental? Yo simplemente aceptaré la derrota, pues no hay ningún erudito más grande que tú. La victoria te sigue dondequiera que vas”.

“Si reconoces tu derrota”, replicó Yajñamurti, “entonces debes aceptar la intachable doctrina del monismo, abandonando para siempre las falsas ideas del vaisnavismo”.

Por supuesto, esto era algo que Ramanuja jamás aceptaría, y por lo tanto protestó: “Los mayavadis cómo tú son los que están llenos de ilusión. Según esos especuladores, todos los argumentos y razonamientos de la mente son simplemente aspectos de maya, así pues, ¿cómo es posible que su propia doctrina esté libre de la ilusión?”.

“Todo lo que existe en el espacio y el tiempo es ilusión”, dijo Yajñamurti, “y ambas cosas deben ser trascendidas antes de que uno pueda alcanzar la Verdad Absoluta. Tú aceptas la forma de Dios como la Verdad, pero en realidad todas las formas no son más que ilusión”.

De esta forma, el gran debate comenzó, continuando durante más de diecisiete días, y ninguno de los dos eruditos parecía capaz de derrotar a su oponente. Al final del decimoséptimo día, cuando Yatiraja aún encontraba imposible nulificar todos los ingeniosos argumentos de su oponente y establecer la supremacía del Señor Visnu, se sintió muy descorazonado.

Al regresar al asrama aquella tarde, fue ante la Deidad y comenzó a orar con las manos juntas: “Oh Señor, la Verdad revelada en todas las Escrituras ha quedado cubierta por la nube de los argumentos de la filosofía mayavada. Por medio de ingeniosos juegos de palabras, esos impersonalistas presentan argumentos que resultan desconcertantes incluso para los grandes mahatmas. Oh Supremo, ¿por cuánto tiempo vas a permitir que Tus niños sean así apartados de la sombra de Tus pies de loto?”.

Al concluir su oración, Ramanuja comenzó a derramar lágrimas. Esa misma noche, el Señor apareció ante él en un sueño y le dijo: “No te preocupes. Muy pronto, toda la gloria del servicio devocional será revelada al mundo a través de ti”.

La conversión de Yajñamurti
A la mañana siguiente, al levantarse recordando las instrucciones que el Señor le había dado en el sueño, Yatiraja se llenó de júbilo. Tras concluir con sus deberes matutinos, se dirigió al monasterio donde residía Yajñamurti. Al ver la bienaventurada efulgencia que iluminaba el rostro de Ramanuja, el impersonalista estaba completamente asombrado, pensando para sí mismo, “ayer, Ramanuja regresó a su asrama completamente desanimado y al borde de la derrota. Pero hoy regresa de nuevo, y parece uno de los dioses. Puedo ver que ha recibido una inspiración divina; así pues, es inútil discutir con él por más tiempo. En verdad, este hombre a alcanzado la perfección suprema. La ira y el orgullo nunca se acercan a él, y su cara resplandece con una belleza trascendental. Debo expiar mis pecados conviniéndome en su discípulo, y destruir así la raíz de mi falso orgullo”.

Tras decidir esto, Yajñamurti se postró para ofrecer reverencias a Ramanuja, quien entonces se dirigió a él, “Oh Yajñamurti, este comportamiento no es propio de un gran hombre como tú. ¿Por qué esta demora en continuar el debate?”.

“Oh gran alma”, respondió el erudito, “yo no soy ya aquel competidor que trató de superar sus inteligentes argumentos durante tantos días. Nunca volveré a discutir con un devoto puro como usted. Permanezco ante usted, no como un rival, sino como su eterno sirviente. Por favor, llene mi oscurecido corazón con la luz de su pureza”.

Yatiraja no estaba sorprendido por la transformación que había tenido lugar en Yajñamurti, pues recordaba claramente las palabras que Sri Devaraja, la Deidad instalada en el asrama, le había dicho. Comprendió que sólo por la misericordia del Señor, el orgulloso pandita había obtenido la joya de la humildad. Entonces, con una voz muy cordial, Ramanuja le dijo al erudito: “Que el nombre de Sri Devaraja sea glorificado siempre, ya que por Su gracia incluso las piedras pueden derretirse. Abandonar el orgullo que surge de la erudición es prácticamente imposible para cualquier hombre, pero por Su misericordia, esto ha sido posible. Tú eres supremamente afortunado”.

“Ciertamente, soy muy afortunado”, dijo Yajñamurti, “pues he tenido la oportunidad de encontrarme con un devoto puro como usted. Ahora, por favor, instrúyame. Muéstreme cómo volverme un devoto del Señor”.

Ante esta rendición del famoso pandita, Yatiraja se dispuso a iniciarlo en seguida en la Vaisnava-sampradaya. Yajñamurti untó su cuerpo con tilaka y después aceptó las marcas con los símbolos del Señor Visnu: la caracola, el disco, la maza y la flor de loto. Puesto que había sido liberado por la misericordia de Sri Devaraja, Ramanujacarya le dio a Yajñamurti el nombre de Devaraja Muni, y le dijo: “Ahora que tu conocimiento está libre de la contaminación del orgullo, puede brillar por todo el mundo. Debes dedicarte a escribir libros que expliquen perfectamente el comportamiento y la filosofía de los vaisnavas”. Siguiendo esta orden de su guru, Devaraja-muni escribió más tarde dos maravillosas obras devocionales: Jñana-sara y Prameya-sára.

La humildad de Devaraja-muni
Pocos días más tarde, cuatro inteligentes y jóvenes devotos se acercaron a Ramanuja y le pidieron iniciación. Tras escuchar su petición, Yatiraja consideró el asunto por un momento y les dijo: “Vayan donde Devaraja Muni y conviértanse en sus discípulos. No sólo es un gran pandita, sino que además es uno de los más avanzados devotos del Señor Narayana”.

Aceptando esta orden con gran respeto, los cuatro jóvenes se hicieron discípulos de Devaraja-muni. Sin embargo, aquel erudito, que previamente era arrogante, ahora no estaba complacido en absoluto de verse en una posición en la que debía aceptar adoración y veneración de discípulos. “Esto supone una perturbación para mí”, pensó. “He estado tratando con todas mis fuerzas por liberarme de la vanidad, pero ahora me veo forzado a ser guru y escuchar el canto de mis alabanzas”.

Desconcertado, se acercó a Ramanuja y humildemente le expuso: “Oh maestro, yo soy su rendido sirviente. ¿Por qué se comporta tan cruelmente conmigo? Por su gracia, he obtenido fuerzas para deshacerme del demonio del orgullo falso, así pues, ¿por qué ahora me lanza de nuevo en brazos de la vanidad, ordenándome que me convierta en guru? Yo no estoy lo suficientemente desapegado como para aceptar esa posición, así pues, le ruego que me permita permanecer aquí como su humilde sirviente. Para mí, estar en tal posición será la perfección suprema”.

Sumamente complacido por las palabras de su discípulo, Yatiraja abrazó a Devaraja-muni y cordialmente le dijo: “Yo planeé todo esto para probar si realmente habías superado tu orgullo. Ahora has pasado la prueba, y debes permanecer aquí conmigo y con el Señor Devaraja”. Devaraja Muni se sintió muy satisfecho al recibir esta orden de su guru. El pasó los restantes días de su vida absorto en prestar servicio a los pies de loto de su maestro espiritual y el Señor Devaraja.

Instruyendo a los discípulos
Ahora que Ramanujacarya había aceptado unos cuantos discípulos, comenzó a instruirlos formalmente en lo referente a las Escrituras vaisnavas. En primer lugar, estudió con ellos el Sahasra-giti, los mil himnos en alabanza al Señor Visnu que habían sido compuestos por Nammalvar, un famoso devoto del sur de la India. Todos los discípulos estaban encantados al oír la forma tan maravillosa en que Yatiraja explicaba estos versos, revelándoles las glorias del Señor Visnu.

Un día, llegaron a un verso que describía el santo dhama de Sri Saila, también conocido como Tirupati: “Este Sri Salla es como Vaikuntha en la Tierra. Aquel que pasa su vida en ese lugar sagrado, en verdad que vive en Vaikuntha, y al final de su vida alcanzará los pies de loto del Señor Narayana”.

Tras leer este verso, Ramanuja les preguntó a sus discípulos: “¿Quién de ustedes está dispuesto a ir a Sri Saila, hacer un jardín de flores y servir allí al Señor Srinivasa hasta el final de su vida?”.

Fue Anantacarya, un discípulo muy recatado, quien contestó: “Oh maestro, si usted me lo permite, iré a esa montaña sagrada, y allí alcanzaré la misericordia del Señor”.

“En verdad eres un santo”, dijo Yatiraja, “y por tu devoción, has liberado a catorce generaciones de tus antepasados. Me considero muy afortunado de tener un discípulo como tú”. Entonces, tras adorar los pies de su guru, Anantacarya partió hacia Tirupati.

Ramakrishnadas
sirviente del sirviente del sirviente
Stgo-Chile