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Te invitamos a compartir el proceso de cantar, bailar, oír y saborear el néctar del conocimiento trascendental de la literatura védica. Todos los Viernes de 19:30 a 21:30 Hrs en Cazadores 992 Fono: 717 83 07

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viernes, 13 de noviembre de 2009


Fun-Chang

En aquellos tiempos vivía en China un grupo de monjes conocidos con el nombre de Sabios de la Túnica color Ciruela. Convertirse en un Sabio de la Túnica color Ciruela exigía una gran disciplina. Para los aspirantes el camino era difícil y duro, los días ingratos y las noches largas.

El monasterio de los Sabios de la Túnica color Ciruela estaba en las montañas, al noroeste de Lo-Yang, la capital de entonces, muchos siglos antes de nuestra Era.

Los sabios, que eran treinta y tres, el mismo número de las energías de la Tierra, caminaban recorriendo China desde un solsticio de invierno hasta el siguiente. Dondequiera que se detuviesen al azar de su camino se les acogía con respeto y alegría; la llegada de un sabio representaba buena suerte para un pueblo. Todos los habitantes interrumpían sus actividades para reunirse a su alrededor en el pozo central.

El sabio tomaba asiento en el brocal del pozo y, según las circunstancias, impartía enseñanza o hacía que le contasen las dificultades del momento. Si alguien decía: "El año ha sido duro, la cosecha de arroz mala", el sabio no respondía nada, pero su modo de escuchar era de tal calidad que aportaba esperanza y consuelo.

Uno de esos sabios recorría hacía años el país. Un día se detuvo en el pueblo de Ling Ding. Después de algunas preguntas relativas al emperador, al tifón que había asolado las costas, al hambre del Sur, alguien le preguntó: "¿Qué significa este pueblo? ¿Por qué estamos aquí y no en otro sitio?"

El sabio paseó la mirada lentamente sobre los reunidos y dijo: "Aunque no lo sepa, cada individuo se encuentra limitado por el nacimiento, por la educación o por su propia satisfacción. Cada uno de vosotros está limitado de una forma u otra".

Sorprendida, la gente intercambiaba miradas entre sí. Incluso se oyeron algunos murmullos. Finalmente, un hombre se adelantó hacia el sabio y afirmó: "Yo no me considero limitado. Tengo todo lo que quiero".

Entonces el sabio sonrió. "La limitación se encuentra a veces incluso en el hecho de no sentirse limitado".

Entre la gente del pueblo había un joven que se llamaba Chao Mu. Tenía veintidós años y nunca había abandonado el lugar de su nacimiento. Desde la más tierna infancia ayudaba a su padre a cultivar arroz. Le habían prometido a los seis años y, para crear una familia, igual como su padre y su abuelo antes que él, había roturado un campo, piedra tras piedra, lo había regado y sembrado. También había construido una casa durante los días de lluvia en que no podía salir a trabajar. La fecha de su boda se acercaba.

Ver al sabio despertaba en él nostalgia y le invadía una sensación de profunda soledad.

Hacía un tiempo que numerosas preguntas se planteaban en su ánimo, pero las guardaba para sí: "¿No existe más que esta vida?... Esta vida que dedico a plantar y cosechar, y luego volver a casa a dormir hasta la mañana siguiente y volver a empezar..."

Por fin encontraba a uno de esos seres que son capaces de aliviar el sufrimiento, de ayudar a un hombre a superar sus problemas.

Por fin encontraba a un ser que podría responder a sus preguntas.

Como el sabio ya se disponía a partir, no se contuvo y le preguntó:

-¿Puedo acompañarte? Quisiera que me enseñases la vida.

A su alrededor, los campesinos callaron, y cada uno de ellos se preguntaba: "¿Qué ocurrirá con su prometida, con su campo, con su casa? Ha trabajado tanto y tan duramente con sus propias manos..."

El sabio, que adivinaba sin dificultad todos esos pensamientos, le preguntó:

-¿Estás seguro de ti mismo?
-Sí -respondió el joven.
-Entonces, vamos.

Con estas palabras, los dos se pusieron en camino. Chao Mu sólo se volvió una. vez para decir:

-La casa y el campo pertenecen ahora a la que fue mi prometida.

El sabio y el joven caminaron durante un buen rato en silencio. Al pasar bajo un membrillo, el sabio tomó un fruto, encendió fuego para cocerlo y se lo tendió a su compañero.

-No me gustan los membrillos -declaró Chao Mu.
-Limitación -replicó el sabio.

Reemprendieron la marcha y Chao Mu vio un ciruelo en un prado.

-¡Oh, qué hermosas frutas! ¡Me encantan las ciruelas! -exclamó con alegría.

El sabio dijo otra vez:

-Limitación.

Y sin añadir nada más, prosiguió tranquilamente su camino.

Unas horas más tarde llegaron a la orilla de un río al que daban sombra unos árboles de troncos sinuosos. El agua se deslizaba apaciblemente y unos cisnes nadaban siguiendo la corriente.

-¡Oh, qué belleza!, ¿verdad? -exclamó Chao Mu. Una vez más, el sabio respondió:

-Limitación.

Cruzaron el río y entonces vieron, de repente, en la ribera, el cuerpo de un hombre al que habían apaleado y desvalijado.

-¡Es horrible! -murmuró el joven.

Y una vez más el sabio replicó tranquilamente:

-Limitación.

Mientras caminaba, Chao Mu iba pensando.

Cualesquiera que fuesen sus palabras, el sabio respondía invariablemente: "Limitación". ¿Qué tenía que decir para conseguir otra respuesta?

En ese momento pasaban ante una granja. Los niños estaban jugando en el patio. Sentados en un banco, el padre y la madre les miraban. El joven se detuvo y contempló la escena con placer, percibiendo la sensación de alegre libertad que esa familia exhalaba, despertándola en él. En ese mismo momento, el sabio exclamó:

-¡Eso es armonía!

Chao Mu se volvió hacia él. Estaba muy sorprendido.

-Si yo no he dicho nada...
-Es verdad, pero en este momento "vives" la armonía -dijo el sabio.

El camino les llevó a continuación junto a un río. Había una roca en medio de la corriente y el agua se estrellaba contra ella con furia, y saltaba por el aire, pasando a la vez alrededor y por encima del obstáculo.

-Mira esa roca -le dijo el sabio a Chao Mu-. Es una imagen de la armonía. El agua intenta empujar a la piedra con violencia, la golpea con dureza y quiere apartada. La piedra no contraataca, deja que el agua pase, por encima, por los lados, pero no se mueve. ¡Eso es armonía!

Chao Mu observó durante un buen rato la roca, con expresión abstraída.

Cuando ya caía la noche, el sabio eligió un lugar propicio para detenerse, recogió un poco de leña y el fuego brotó enseguida. El discípulo, que miraba lo que hacía, no comprendió cómo.

El camino había sido largo y, poco después, Chao Mu, tendido en el suelo, volvía a ver los años en que había labrado su campo y construido su casa. En ese momento su único bien lo componían las ropas que llevaba y el cielo que tenía sobre la cabeza. Pero sonreía: había encontrado a un maestro, un hombre que le mostraba lo que nunca había visto y que le enseñaba a considerar la vida de otra manera.

El frío de la mañana le despertó sobresaltado. El fuego se había apagado. Y... ¿dónde estaba el sabio? Ahí estaba su manto. Del río llegaba el ruido de unos chapuzones. Chao Mu metió la mano en el agua e inmediatamente su brazo empezó a entumecerse.

-¡Brrr, está demasiado fría! Esperaré a que salga el sol -exclamó.

-¡Limitación! -le gritó el sabio y, sin saber cómo, el discípulo se sintió lanzado al agua.

Salió de ella helado, con la ropa chorreando.
El sabio seguía nadando.

-¿Quién me ha empujado?
-Tus limitaciones te han empujado.

Una vez reanimado el fuego, el joven, temblando de frío, pudo poner su ropa a secar, mientras el sabio le explicaba:

-No hay calor ni frío. Cuando dices "está caliente", te limitas; cuando dices "está frío", también te limitas.

-Pero en tal caso ya no se puede hablar, ya no se puede decir que hace calor o que hace frío -se quejó Chao Mu.

-Oh, si no tienes nada más que decir, más vale que te calles -replicó el sabio.

Chao Mu comprendió entonces que le quedaba mucho que aprender.

Echaron otra vez a andar, caminaron y caminaron, y llegaron a otro pueblo. El sabio se sentó en el brocal del pozo según su costumbre. Chao Mu escuchaba atentamente sus palabras. Las personas eran otras, las situaciones distintas, pero las palabras seguían siendo las mismas, y el joven se acostumbró a encontrárselas de pueblo en pueblo.

A veces, alguno se levantaba y solicitaba seguir al sabio, apartándose de lo conocido para ir hacia la novedad. Éste recibía una enseñanza del maestro. Algunos le abandonaban enseguida, para ir solos más lejos o para volver a sus pueblos.

Pasó el verano y llegó el otoño. Cuatro discípulos acompañaban entonces al sabio. Chao Mu empezaba a percibir mejor la vida en los elementos, en los animales y en todo lo que existía a su alrededor. Un día, dirigiéndose al sabio, le dijo:

-Quisiera saber de dónde vengo, conocer la energía que me anima. ¿Por qué estoy aquí? ¿A dónde voy? Y eso ¿vale la pena?

El sabio le sonrió con mucha dulzura.

-Todas las preguntas de tu corazón encuentran su respuesta. Ten paciencia.

A lo largo de los meses que siguieron, yendo de pueblo en pueblo, deteniéndose a orillas de los ríos o sentado bajo un árbol, Chao Mu aprendió mucho: acerca de su disciplina, de sus limitaciones, de su equilibrio o su desequilibrio. Se conocía mejor. Sin embargo, tenía la sensación de no estar aún más que al principio del camino.

Cuando llegó el equinoccio de otoño, los discípulos se agruparon alrededor de su maestro para celebrar ese especial momento del año. Hicieron juntos un fuego y el sabio, añadiendo leña, pronunció las siguientes palabras:

-Que el calor de este fuego se manifieste a través de nosotros a todos los que encontremos en nuestro camino. Que su luz se perciba a través de las tinieblas más espesas.

Al día siguiente el sabio se dirigió a un pueblo grande y se sentó en una piedra, al lado del pozo.

Un hombre se acercó para pedirle consejo.

-Oh, maestro, mi familia siempre está enferma y mi ganado no medra. Cada mañana despierto pensando en los problemas que el nuevo día me traerá.

Después de mirarle con atención, el sabio dijo:

-Para empezar, vas a quitarte este manto negro que llevas. Ahora, vamos a ver lo que ocurre en tu casa.

La casa que vieron estaba pintada de rojo y amarillo, y decorada con motivos negros.

-Vuelve a pintar tu casa de blanco, con un poco de azul aquí y allá -le ordenó el sabio al campesino.

Luego prosiguió su visita, pidiéndole a la mujer del campesino que cambiase también el color de su ropa, observando a los niños e indicando qué colores utilizar en cada dependencia de la casa. Para acabar, aún le dijo al hombre:

-y ahora, empieza a vivir.

Cuando estuvieron a cierta distancia de la casa, Chao Mu no pudo evitar el expresar su sorpresa:

-¿Por qué cambiar tantas cosas en la vida de este hombre? ¿Por qué no les has hablado más bien de la felicidad ni le has dedicado palabras sabias? ¿Por qué no le has enseñado a ver la belleza como a nosotros nos enseñaste?

-Porque ése no era el origen de sus dificultades ni del desequilibrio de su familia. El mundo terrestre está compuesto por cosas positivas y negativas, por ácido y álcali. Cada color, cada prenda de vestir, es positivo o negativo -explicó el sabio-. Por ejemplo, el rojo, el amarillo el naranja y el negro son colores negativos; el índigo, el azul, el violeta y el blanco son colores positivos. El verde es neutro. La seda y la lana son positivas, el algodón es negativo. Los gatos son negativos, los perros positivos. El alimento es ácido o alcalino. Ocurre lo mismo con la música y con todas las cosas de este mundo. Es así como, buscando el equilibrio en su entorno, este hombre mejorará su vida.

El otoño avanzaba, el tiempo cambiaba y Chao Mu tenía tiempo libre para meditar en las palabras de su maestro. Le sorprendía la importancia de la acidez o de la energía negativa en la vida humana.

El frío aumentaba de día en día y empezó a nevar. El grupito se dirigía hacia las montañas. El sabio había enseñado a sus discípulos cómo conservar el calor con la fuerza del pensamiento, sin necesidad de muchas prendas de vestir.

Cada noche, reunidos alrededor del fuego, se aprovisionaban de calor para toda la noche.

Esa noche, en lugar de dormir como sus compañeros, Chao Mu observaba los ojos de un conejo en la nieve y los de un corzo que miraba el fuego, mientras revisaba mentalmente todo el saber que había recibido. Admiraba la blancura de la nieve. Ya no le sorprendía que siempre le hubiese gustado tanto... lo blanco es positivo y esa blancura le prestaba energía: el frío es positivo, el calor negativo... el sol es positivo, la luna negativa...

Vio entonces que el sabio se levantaba, cargaba su hatillo a la espalda y se marchaba. Chao Mu le imitó y el maestro se llevó un dedo a los labios para recomendarle silencio. Los dos se alejaron. La nevada caía copiosa, borrando las huellas de sus pasos detrás de ellos.

Por la mañana llegaron a un valle, en cuyo fondo se alojaba un gran monasterio. Se veía llegar de todas partes Sabios del Manto color Ciruela, cada uno de ellos acompañado por un solo discípulo.

Cuando se encontraron al pie de las murallas, el sabio se volvió a Chao Mu y le dijo:

-¿Ves esta silla de bambú? Es la tuya. No te levantes bajo ningún pretexto hasta que venga a buscarte.

Y el sabio desapareció en el monasterio con los otros monjes. Era el día del solsticio de invierno.

Chao Mu observó a los treinta y dos discípulos que estaban sentados en círculo con él, cada uno en una silla de bambú. Algunos parecían más experimentados que otros, como si hubiesen pasado por momentos duros. Esa noche, una gran luminosidad bañó el monasterio y los discípulos oyeron cantar a los sabios celebrando el solsticio de invierno, el nacimiento del sol. Chao Mu esperaba que su maestro fuese a buscarle por la mañana. Pero no pasó nada. Esperó todo el día, y luego llegó la noche y hubo gran agitación entre los discípulos.

Chao Mu sintió hambre y recordó que llevaba una galleta de arroz en el bolsillo. Comió un bocado y chupó un poco de nieve para aplacar la sed.

De repente, un discípulo se levantó y se dirigió hacia los matorrales en busca de algo que comer. Misteriosamente, su silla desapareció; cuando regresó, ya no había lugar para él. Miró por todas partes, desesperado, y acabó comprendiendo que tenía que marcharse.

Pasaron los días, se convirtieron en semanas. Poco a poco, las sillas iban desapareciendo: o bien un discípulo se desvanecía y caía al suelo, o se levantaba.

En primavera no quedaban más que diez que hubiesen soportado el invierno y que ahora vivían las lluvias primaverales y la nueva floración. Aprendían a atrapar al vuelo una hoja llevada por el viento y a masticada lentamente, o a comer lo que crecía próximo, una raíz o una hierba. La disciplina no sólo les había curtido sino que había agudizado sus percepciones. Llegó el verano y, con él, el calor sofocante. Ya no quedaban más que cuatro. En otoño, quedaban dos.

Los músculos de Chao Mu se mantenían sólidos y su espalda derecha. Podía relajarse y llenar cada parte de sí mismo de conciencia y calor. Le bastaba pensar en bayas o raíces... y se materializaban sobre sus rodillas; le bastaba pensar en agua... y su cuenco estaba lleno. Llegó un día en que se quedó solo. Era la vigilia del solsticio de invierno. Ése fue el día en que regresó el sabio.

-Ven conmigo -le dijo a Chao Mu.

Cuando el joven se levantó vio a un nuevo discípulo a quien el sabio hacía sentar en la silla de bambú. Le hubiese gustado hablar con él, advertirle de lo que le esperaba. Pero sabía que no tenía que hacerlo.

El sabio le hizo entrar en el monasterio, a él, que era el único que había quedado en todo el año, para celebrar la fiesta del solsticio en compañía de todos los sabios.

Chao Mu preguntó entonces:

-¿Qué pasa aquí? Al parecer sólo un discípulo consigue mantenerse fiel y en su puesto durante todo un año.

-Sí -respondió el sabio-. Cada año se retira uno de los treinta y tres que somos, cuando ha completado su trigésimo tercer periplo. Tras un año en el monasterio, estarás preparado para ser un Sabio del Manto de color Ciruela y reemplazarás a uno de nosotros.

Y así se hizo.

Han pasado los siglos, los sabios han dejado su manto pero la tradición no muere. Manteneos atentos. ¿Tal vez habéis encontrado a uno de esos treinta y tres sabios en vuestras vidas? ¿Quién sabe?

La vida es tan misteriosa...

Bajo las ramas de un árbol, al borde del camino, Chao Mu meditaba. Un joven se llegó a él, trastornado.

-¡Es horrible! Vuelvo de la ciudad imperial, Lo-Yang, y sólo he visto por todas partes robos, niños apaleados, hambre y guerra. En el palacio, en torno al emperador, la gente se deja llevar por los más bajos instintos. En la ciudad, las calles están sembradas de inmundicias y apestan. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué debo hacer?

-Ven a sentarte aquí un momento, junto a mí -dijo el sabio.

Se quedaron allí mucho rato, silenciosos. Luego, el sabio se levantó y llevó consigo a su compañero hasta el camino.

Mientras andaban en silencio, se dieron cuenta de la belleza de las flores, de la fortaleza de las árboles. Llegaron a un pueblo al mediodía, donde las gentes descansaban y todo irradiaba paz. Al recorrer el pueblo, el estudiante murmuró:

-Sin embargo, esta mañana la gente se peleaba y gritaba...

Más allá se veía un campo donde los soldados descansaban, y el estudiante observó:

-Hace unas horas guerreaban y ahora están tan tranquilos...

De madrugada, el sabio y el joven llegaron a Lo-Yang. Las calles estaban limpias, la gente iba tranquilamente a sus asuntos y el aire fresco halagaba el olfato. Pasearon un rato por el palacio imperial, y luego se sentaron en el patio. El emperador se acercó a ellos sonriendo y dijo:

-Hoy es un día de paz y de amor.

En el camino de regreso, el estudiante manifestó su sorpresa:

-¿De dónde procede este cambio, si ayer mis ojos no encontraban por todas partes más que muerte y negatividad?

-Oh, es muy sencillo -dijo el sabio-. Lo que tú eres se refleja a tu alrededor. Y dondequiera que estés ves tu propia realidad.

Un día, cuando Chao Mu descansaba a la sombra de un árbol, no muy lejos de un cruce de caminos, apareció un hombre muy apurado. Miraba a la derecha, luego a la izquierda, y acabó preguntándole al sabio:

-Dime, noble anciano, ¿qué camino debo tomar?

-Ninguno -respondió Chao Mu.

-Pero tengo que seguir mi camino.

-Bueno, si dudas detente y espera a saber lo que tienes que hacer.

El viajero se sentó entonces al lado del sabio, en silencio. Un estudiante que pasaba por allí les preguntó:

-Decidme, ¿por dónde tengo que ir?

Sin darle al sabio tiempo para contestar, el hombre dijo:

-Toma el camino que hay frente a nosotros.

Poco después apareció otro estudiante con la misma pregunta. Nuevamente, el viajero, sentado, respondió antes que el sabio, diciendo en esa ocasión:

-Toma el camino de la izquierda.

Poco después, el viajero envió a un tercer estudiante por el Camino de la derecha, y a un cuarto por el último camino.

Pasó largo rato. Finalmente, el sabio y el viajero vieron regresar al primer estudiante, con magulladuras y ensangrentado, luego al segundo, al que le habían robado la ropa. Al último le había detenido la crecida del río. Tan sólo el tercero no reapareció.

Lleno de alegría, el viajero se puso en pie exclamando:

-Ahora ya sé qué camino tomar -y se fue corriendo por el camino que había seguido el tercer estudiante.

Los que habían regresado, agotados por su aventura, tuvieron en todo caso la curiosidad de preguntarse:

-Pero ¿por qué ha elegido ese camino?
-Reflexionad -dijo el sabio.. De la muerte no se regresa.

En esa ocasión, Chao Mu había elegido descansar a la sombra de un azufaifo.

Un estudiante le abordó sollozando.

-Oh, Maestro estoy muy enfermo. La pierna y la cabeza me hacen sufrir horriblemente.

Como el sabio no contestaba, insistió:

-Maestro, necesito tu ayuda, estoy sufriendo mucho y tengo miedo.

El sabio seguía sin salir de su silencio y el estudiante volvió a la carga:

- ¿Qué puedo hacer con mi pierna? ¿Y con mi cabeza?

El sabio señaló con el dedo un lugar a su lado y el estudiante se sentó, siguiendo con sus sollozos sin que el sabio pareciese preocuparse lo más mínimo por eso. En todo caso, un momento después tomó la palabra:

-Mira ese pájaro que hay en la rama. Mira qué bonitos son sus colores... ¿Te das cuenta de que no manifiesta ni canta más que la belleza?... Observa las flores del prado... y las alas de esa mariposa... Escucha el arroyo que murmura a través del prado y el susurro del viento en las hojas...

-Sí, ya lo veo, ya oigo todo eso -acordó el estudiante.

-Tú no eres diferente de todas esas cosas. Si te mantienes atento a la belleza y si te das tiempo para contemplada, tu cuerpo no sufrirá.

-¿Por qué hablas de sufrimiento? ¿A qué sufrimiento te refieres? -se sorprendió el estudiante, que había olvidado todos sus males.

En esa época del año, todos los sabios y magos del imperio se encontraban reunidos en Lo-Yang para comparar sus conocimientos. Cada uno de ellos había llevado a sus discípulos. Éstos se vanagloriaban los unos ante los otros de los poderes de sus respectivos maestros.

Un árbol se levantó, hizo unas piruetas en el aire y volvió a plantarse en el suelo.

-Mirad.. ¿Habéis visto cómo mi maestro ha movido ese árbol?

Otro desplazaba una roca, éste caminaba sobre el lago, aquel conseguía volar por encima de la multitud...

Y cada estudiante se pavoneaba, alabando a su maestro y las proezas de las que era capaz.

Sólo había uno que lo observaba todo y permanecía en silencio. Los otros acabaron por volverse hacia él.

-Y tu maestro ¿qué hace?
-¿Mi maestro? Está allí.

Miraron por todas partes inútilmente.

-Ahí, ¿no lo veis? Está sentado junto a un árbol.
-Pues ¿qué es lo que hace de extraordinario?
-Oh, tiene mucho poder. Cuando está sentado; cuando anda, anda, y cuando duerme, duerme.

Un estudiante acompañaba al viejo sabio cuando iba de un pueblo a otro. Un día le preguntó:

-¿A dónde vamos?
-¿Importa eso? Caminamos dándonos el gusto de contemplar todo lo que nos rodea.
-Pero yo quisiera saber a dónde vamos.
-¿Por qué tienes que saber a dónde vas?
-Para saber cuándo he llegado.
-Bien, vaya contestar a tu pregunta. Vamos justamente adonde estamos ahora.
-En ese caso, detengámonos.
-No, porque vamos justamente adonde estamos ahora pasando a lo largo de toda nuestra vida.


El viejo sabio salía del agua chorreando y sus discípulos, sentados en la orilla, reían, burlándose de él porque le habían visto tropezar en las piedras y caer al río. El sabio les miraba con semblante severo, parecía enojado, lo que hizo redoblar las risas. Le vieron desnudarse, encender un fuego y poner su ropa a secar.

Para aquellos jóvenes, que seguían las enseñanzas de su maestro cada día, vede caer en el agua había sido una revelación.

Sin decir una palabra, el sabio volvió a ponerse la ropa en cuanto estuvo seca y, siempre en silencio, saltó al río y lo cruzó, haciendo signos a sus discípulos de que le siguiesen.

¿Qué tenían que hacer? ¿Iba el maestro, según su costumbre, a enseñarles una lección profunda? Cada uno de ellos a su vez saltó al agua y llegó a la otra orilla.

Entonces el sabio les preguntó sonriendo:

-¿Quién es más estúpido, el que tropieza o el que no hace más que seguir?

El viejo sabio estaba sentado según su costumbre bajo un ciruelo. Un joven se acercó a él, intrigado.

-Anciano, ¿eres un sabio o un maestro?

El sabio tomó una hermosa ciruela y se la tendió al que preguntaba.

-¿Qué es esto?
-Una ciruela, evidentemente.
-Ah, ¿sí? Y ¿cómo lo sabes?
-Bueno, porque lo sé.
-Pues yo no debo ser ni un sabio ni un maestro.

Cada día, el viejo sabio caminaba tranquilamente. Sus discípulos eran escasos, porque él no se mostraba hablador. Hablaban ellos y él se contentaba con una ligera inclinación de cabeza o con una reflexión aquí y allá. Enseñaba más con sus actos que con sus palabras. A ellos les correspondía averiguar el significado.

A veces le llamaban el sabio loco por su manera de desconcertar a sus estudiantes.

Un día, uno de ellos le preguntó:

-¿Puedo hablar contigo?
-Por supuesto. Estate mañana por la mañana en el ciruelo a la salida del sol.

A la hora convenida, el estudiante acudió a la cita. El sabio no estaba. El tiempo pasó y pasó. Por fin, el joven se fue, decepcionado.

Al día siguiente, cuando volvió a ver al sabio, exclamó:

-¿Dónde estabas? No te vi bajo el ciruelo.

-Estaba en el árbol. ¿Por qué no miraste arriba? Ya te lo dije muy claro: "En el ciruelo". Escucha lo que te dicen y aprende a observar a tu alrededor. No te quedes con lo que parece obvio.

En su enseñanza, el viejo sabio de la Túnica de color Ciruela decía:

-La naturaleza es la clave que lleva a la comprensión de la naturaleza humana, ya que está en el hombre tanto como en un vergel o en la corriente de un río. Como lo sentís y lo veis, observando el crecimiento de las plantas, el fuego da impulso, el agua refresca, el viento dispersa las semillas y participa en la fertilización, la tierra permite el nacimiento de la belleza. Asimismo, el hombre es fuego, agua, aire y tierra. Es invierno, primavera, verano y otoño. Pertenece a la naturaleza y, cuando vive en armonía con ella, comprende la paz que en ella existe.

"Comed una ciruela, tiene buen sabor, regenera vuestro cuerpo. El ciruelo está bien mientras sigue creciendo y dando frutas. De la misma manera, vosotros sois una naturaleza en crecimiento. Al respetar la naturaleza que hay en él, permitiéndole evolucionar, dejando que se desarrolle sin perturbada, el hombre aprende y progresa".

Un día, un estudiante le preguntó:

-¿Qué es nuestra tierra? ¿Qué es todo esto? No lo entiendo. ¿Puedes explicármelo?

El viejo sabio le miró con una ligera sonrisa.

-¿En qué te sostienes?
-En la tierra -respondió.
-Si pudiese quitar toda la tierra y no dejar más que el lugar en el que te sostienes, ¿qué ocurriría?
-Entonces ya no tendría nada.
-Lo has comprendido. El lugar en el que tú te sostienes no es lo importante. Lo importante es cómo vives por tu fuego -el amor-, por tu agua -emociones-, por tu aire -tu presencia espiritual- y por la tierra -donde aportas la paz a través de tu naturaleza.


El viejo sabio y sus discípulos estaban bajo un ciruelo. Uno de los jóvenes rompió de repente el silencio para hacer esta pregunta:

-A lo largo del día vemos que el viento agita las hojas de los árboles, inclina la hierba y mece las flores. Sopla y, sin embargo, nunca lo vemos. Podemos ver el fuego, el agua, la tierra; pero nunca el aire. ¿Por qué?

Y el sabio le respondió:

-El aire es elemento que te enseña que puedes sentir sin ver. Así aprendes que hay otras cosas además de las que ves, cosas que se sienten pero que no se ven. Las hojas de los árboles sienten el aire. Y tú mismo lo sientes en tu cabello y en tu cara. Ocurre lo mismo con la vida, no necesitas verla, saborearla ni tocarla para creer en ella. Es suficiente sentirla. ¡Eso es la vida: sentir más allá de los cinco sentidos!

Mientras estaba impartiendo su enseñanza, el viejo sabio les dijo de repente a sus discípulos:

-Si tuvieseis un deseo que pudieseis satisfacer inmediatamente, ¿qué pediríais?
-El conocimiento.
-La sabiduría.
-Tu percepción de las cosas.
-El poder.
-La forma de mantenerme con buena salud...

Cuando cada uno de ellos hubo hablado, todos dijeron a coro:

-Y tú, maestro, ¿qué pedirías?

El sabio sonrió, y murmuró:

-Simplemente, ser un maestro, para saber enseñaros.
-¡Pero si ya lo eres!
-Al escuchar lo que habéis pedido, no me da esa sensación.


El viejo sabio estaba meditando bajo un árbol. Una joven se le acercó y le preguntó, sentándose a sus pies:

-Maestro, tengo un hijo, enséñame a educarlo. ¿Cómo puedo hacer lo mejor para él? Enséñame cómo convertirme en una buena madre.

El sabio tendió la mano y la puso sobre la cabeza de la joven.

-Ya lo eres.

El viejo sabio estaba muy ocupado comiendo ciruelas. Un estudiante que pasaba por allí se detuvo, sorprendido al vede tomar una fruta tras otra. El estudiante no pudo contenerse mucho tiempo y preguntó:

-Pero cómo, maestro, nos enseñas moderación y te estoy viendo comer decenas de ciruelas...
-Oh, bueno, eso no es mucho.

y como el estudiante le miraba pasmado, el viejo sabio añadió:

-Cuenta las frutas que hay en el árbol y verás que la cantidad que como es muy modesta.


El viejo sabio, sentado bajo el ciruelo, veía que un estudiante se dirigía hacia él.

-Oh, maestro, enséñame la verdad. Quiero conocerla. Enséñamela. Todo el mundo te considera un gran sabio, así que enséñame la verdad.

El sabio se levantó e hizo señas al estudiante de que le siguiese. Llegaron a la orilla de un lago.

-Ven, entremos en el agua -ordenó el sabio.

El joven obedeció, y después de dar unos pasos el sabio le hizo caer y le mantuvo la cabeza bajo el agua por la fuerza. El joven se debatía, intentó gritar, formó burbujas, se movió desordenadamente. Cuando el estudiante se quedó casi inmóvil, el sabio le devolvió a la superficie y le dijo:

-Cuando tu sed de la verdad sea tan grande como tu sed de aire, entonces vuelve a buscarme.

Un joven abordó al viejo sabio, que estaba sentado bajo un ciruelo, para preguntarle:

-¿Cuántos años tienes? Me han dicho que tendría que estudiar con un viejo sabio, así que quisiera saber si eres verdaderamente viejo.

-¿Bajo las ramas de qué árbol estoy sentado? -respondió el sabio.
-Es un ciruelo, evidentemente.
-¿Por qué no le preguntas su edad?
-Es inútil. Tiene unas frutas deliciosas, y eso me basta.
-En resumen, quieres decir que si yo no tengo frutas, ¿no sirvo para nada?
-Quizás.

El sabio se levantó para reemprender la marcha y el estudiante le gritó:

-¡Has de ser muy viejo, porque ya no tienes frutas!

Sin dejar de caminar, el viejo sabio se volvió y dijo:

-Y sin embargo, acabas de comerlas.

Como de costumbre, el viejo sabio estaba bajo un ciruelo y un joven que pasaba por allí sintió la necesidad de hablarle. Así que se acercó y dijo:

-Oh, anciano, te ruego que me respondas: ¿qué es la vida? ¿Por qué estoy aquí? ¿Y por qué estás tú? ¿Por qué crece ese árbol detrás de ti? ¿Por qué no nací antes o después?

El sabio se le quedó mirando un buen rato antes de decir:

-No lo sé.
-Bueno, entonces dime quién puede darme respuestas, y dónde encontrarlas.
-Sigue por este camino y a una cierta distancia encontrarás a un anciano sentado bajo un azufaifo. Ese anciano tiene la sabiduría del universo. Percibe la divinidad en todas las cosas.

E! joven le agradeció al sabio su sinceridad y siguió su camino. Al cabo de un momento, llegó ante el anciano, que estaba muy ocupado calculando con su ábaco. El joven le planteó de una sola vez todas sus preguntas:

-¿Porqué estás ahí sentado? ¿Por qué estoy yo ante ti? ¿Qué hace ese árbol que está detrás de nosotros? ¿Por qué estoy aquí hoy y no ayer?

Sin mirarle, el anciano le respondió:

-No lo sé.

-Pero, entonces, ¿por qué estás ahí sentado como un maestro? Un anciano, un poco más allá, me dijo que tú lo sabías todo, que conocías el universo y que responderías a mis preguntas.

Entonces el anciano le miró.

-¿Ese anciano estaba sentado bajo un ciruelo?
-Sí.
-¡Ah, pero si es mi maestro!

Molesto, el joven exclamó:

-Entonces, ¿estoy rodeado de sabios estúpidos?
-Y a ti ¿no se te ocurrido que yo podía estar rodeado de preguntas estúpidas?

El viejo sabio estaba acompañado por tres jóvenes a los que acababa de encontrar. Una de sus primeras preguntas fue:

-¿Nos consideras discípulos tuyos?
-Sí -contestó.
-¿Qué tenemos que hacer?
-Seguirme. Escuchar. Observar.

De madrugada llegaron a la orilla de un río. El sabio se quitó la ropa y entró en el agua manteniéndola cuidadosamente por encima de la cabeza. Dos de los discípulos le siguieron, y el tercero pensó: "Está loco", y decidió abandonarle.

El sabio y los dos discípulos que quedaban caminaron todo el día. Cuando llegó la noche, se acostaron bajo un árbol. El sabió se envolvió en rayos de luna, pero los dos jóvenes tiritaban y uno de ellos echó a andar solo por el camino.

Por la mañana, el sabio pasó despacio por un pueblo. Le dieron un cuenco de arroz, que comió, también recibió legumbres, con las que completó su comida. El tercer discípulo, que aún le seguía, se sorprendió.

-¿Ya mí no me das nada, maestro?
-Eres mi discípulo, ¿cómo es posible que no te hayan dado ni arroz ni legumbres?
-Nadie me ha mirado.
-Ah. Entonces es posible que no existas.
-Pues claro que existo, ya que estoy aquí, delante de ti.
-¿Cómo es posible que no te hayan dado nada? -repitió el sabio.

Y el tercer discípulo se marchó muy molesto. El sabio siguió solo su camino. Un poco más allá, se detuvo para beber. Sentado bajo una roca, a la orilla del agua, sonriendo para sí, pensó: "¡Qué difícil es la vida de un maestro en estos tiempos! ¡Si pudiese haber discípulos en busca de un maestro que no enseñase, sino que viviese...!"


Un día, sentado el viejo sabio a la sombra de un árbol al borde del camino, estaba comiendo arroz con los dedos. Por allí pasaba un anciano muy rico que se indignó:

-¡Mirad a ese hombre! Dicen que es el sabio más grande de la provincia y está comiendo con los dedos. ¡Qué horror! Nunca le invitaré a mi casa.

Cinco minutos después apareció una elegante comitiva escoltada por tres guardias que acompañaba a pasear a dos damas.

-Oh, ¿no es ése el sabio del vergel de los ciruelos?
-Sí, es él.
-No le basta con ser un patán, sino que además es muy sucio. Nunca consentiremos recibirle en nuestra casa.

Al día siguiente, el rey de la provincia organizaba una gran recepción para celebrar el equinoccio e invitó al sabio. También estaban invitados el anciano rico y las dos damas. El sabio, en el lugar de honor, comía con palillos y su ropa estaba inmaculada.

El hombre rico no pudo contenerse y le preguntó:

-¿Cómo puedes comer un día con los dedos y otro según las normas y las costumbres?
-¡Oh! es muy sencillo. No me atengo a las costumbres y me adapto al lugar donde me encuentro. Si estoy sentado bajo un árbol, me gusta comer con los dedos. Nadie me ve, aparte de los que pasan y me juzgan. Si se me invita, me acomodo a las costumbres de mi anfitrión.

El hombre meneó la cabeza.

-Yo no podría actuar de esa manera. He de comer siempre con palillos.
-Entonces nunca verás más que un aspecto de las cosas -dijo el sabio.

Ese día el viejo sabio caminaba lentamente, tan despacio que sus jóvenes discípulos casi se dormían siguiéndole. Uno de ellos se atrevió a preguntar:

-Maestro, ¿te has hecho tan viejo que no puedes caminar más deprisa?
-Y tú, ¿te has hecho tan viejo que ya no tienes paciencia?

El viejo sabio estaba paseando solo por el bosque cuando vio que un tigre atacaba a un búfalo de gran cornamenta. Observó la forma en que el búfalo se resistía, y el encarnizamiento del tigre que utilizaba sus garras y sus dientes.

La lucha era feroz. Veía brotar la sangre y que los dos animales se debilitaban. El tigre mordió al búfalo en la nuca y el búfalo hirió con un cuerno el flanco del tigre. Los miró un largo rato, desfallecidos, jadeantes, moribundos. Después, se acercó al tigre, se arrodilló junto a él y le acarició el hermoso pelaje.

El tigre no hizo ni un movimiento, y sin embargo la vida estaba aún ahí y una mirada profunda le respondió.

A continuación fue hacia el búfalo y el animal le lamió la mano. Entonces, se incorporó y se alejó con lágrimas en los ojos, cavilando:

-"¿Por qué la vida no conoce la paz más que en sus últimos momentos de desesperación?"

Hacía unos días que Chao Mu, que había llegado a una edad avanzada, cojeaba de la pierna derecha. Sus discípulos le observaban, sorprendidos, pero ninguno se atrevía a preguntar le lo que le pasaba.

Cuando estaban pasando por un hermoso bosque, se dieron cuenta de repente de que el sabio cojeaba de la pierna izquierda y que la derecha ya no parecía tener ningún problema.

En esa ocasión, uno de los estudiantes se animó a preguntarle:

-Ayer cojeabas de la pierna derecha, y ahora de la izquierda. ¿Cómo es eso?
-Oh, simplemente he pensado que ya era hora de que la otra pierna descansase -respondió Chao Mu.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Por cantar el nombre de Dios, nos asociamos con Dios

Clase de Srila Prabhupada.- Ya he explicado antes, que Dios y Su nombre, el uno, Absoluto. En el mundo material, su nombre y su persona, son dos cosas diferentes. Esa es la diferencia entre Dios y usted. De manera que por lo tanto, por cantar el nombre de Dios, usted realmente se contacta con Dios. Pero en el mundo material eso no es posible.

Clase de Srila Prabhupada
Por cantar el nombre de Dios, nos asociamos con Dios
Bhagavad-gita 2.13
10 septiembre 1969, Hamburgo

Prabhupada:

cita:
...kaumaram yauvanam jara
tatha dehantara-praptir
dhiras tatra na muhyati

[Traducción (No está en la grabación): Así como en este cuerpo el alma encarnada pasa continuamente de la niñez a la juventud y luego a la vejez, de la misma manera el alma pasa a otro cuerpo en el momento de la muerte. A la persona sensata no la confunde ese cambio.]


Señoras y señores, agradezco mucho su bondadosa participación en este movimiento de conciencia de Krishna, y el tema de hoy es la vida después de la muerte. Vamos a tratar de hablar algo sobre éste tópico. (Al que traduce) Entonces, describe el significado de este verso de nuestra edición alemana. (El traductor alemán lee la traducción alemana).

Así que la vida después de la muerte no es muy difícil de comprender. Hemos obtenido diferentes grados de vida. Tal como el niño está llorando, eso es también vida. Luego el cuerpo del niño es vencido. Luego obtiene otro cuerpo, cuerpo de muchacho. Luego este cuerpo también es vencido. Otro cuerpo, cuerpo juvenil. Este también es vencido. Y luego un cuerpo de hombre viejo, como yo, éste también será vencido. Entonces, la lógica es como los otros cuerpos vencen y voy a obtener un siguiente cuerpo, similarmente, cuando este viejo cuerpo sea vencido, voy a obtener otro cuerpo. Aquí esto está afirmado por la autoridad suprema, Krishna, que como estos cuerpos están cambiando durante esta vida... Están cambiando. El cuerpo viejo, el cuerpo de niño, mi cuerpo de muchacho, ya no existen más, pero yo estoy existiendo. Yo sé que tenía un pequeño cuerpo como este. Yo tuve un cuerpo de muchacho, un cuerpo juvenil. Puedo recordarlo. Por consiguiente, yo soy eterno. Los cuerpos son temporales.

Así que esto es evolución. Esta teoría de la evolución... No es una teoría, es un hecho, afirmado en la literatura Védica, Padma Purana, como hemos pasado a través de tantos cuerpos, y por último hemos obtenido esta civilizada, forma humana de cuerpo. Hemos pasado a través de 900.000 formas de cuerpos acuáticos dentro del agua. Luego, gradualmente, venimos a la forma de árboles y plantas. Hay 2.000.000 de variedades. Luego obtenemos cuerpos de insecto. Hay 900.000 formas de cuerpo. Luego entramos en las especies de los pájaros, 1.000.000 de formas de cuerpos. Luego, después de los cuerpos de pájaros, hay 3.000.000 de diferentes variedades de cuerpos de bestia. Luego después de éste período, llegamos al cuerpo humano, pero hay 400.000 especies de cuerpo humano. Y así obtenemos esta linda forma de cuerpo humano con buen cerebro y buena conciencia. De manera que debe ser utilizada apropiadamente. Que... Por las leyes de la naturaleza, prakrteh kriyamanani gunaih karmani sarvasah [Bg. 3.27]. Esta es la ley de la naturaleza. Gradualmente desarrollamos diferentes tipos de cuerpo y diferentes tipos de conciencia. Así pues, cuando finalmente venimos a la conciencia de Dios, o conciencia de Krishna, esa es la perfección de la vida.

Así pues, estamos viviendo en este planeta, pero en otros planetas hay diferentes formas de vida. Entonces, hay un planeta... Muchos millones de planetas. Específicamente, hay un planeta dentro de éste universo, que se llama Siddhaloka. Hay otro planeta también, planeta celestial, planeta Brahmaloka. Y en diferentes planetas, hay diferentes especies de vida, diferentes estándares de confort. Pero en los sistemas planetarios más elevados, el estándar de confort es más y más, mil veces más, mil veces más, de esta manera. Tal como en este planeta hemos obtenido diferentes estándares de vida. En sus países occidentales, su estándar de vida es, al menos, para ser comprendido más confortable que otros estándares de vida. De esta manera, si usted se promueve al sistema planetario más elevado llamado Brahmaloka, obtendrá duración de su vida muchos millones de años. Está afirmado en el Bhagavad-gita que sahasra-yuga-paryatam ahar yad brahmano viduh [Bg. 8.17]. En el planeta Brahmaloka, los residentes, han obtenido su día. Un día significa el tiempo de un día. No de noche. Doce horas, digamos. Eso es igual a... sus doce horas es igual a nuestros millones de años. Sahasra-yuga. Sahasra-yuga significa 4.300.000 años multiplicados por 1.000. Eso se llama sahasra-yuga. Tal es la, semejante duración de tiempo es igual a doce horas en el planeta Brahmaloka. Entonces, incluso si ustedes van al planeta Brahmaloka... [a Satsvarupa] Lee eso. Abrahma-bhuvanal lokah punar avartino ‘rjuna. Lee.

Satsvarupa:

cita:
abrahma-bhuvanal lokah
punar avartino ‘rjuna
mam upetya tu kaunteya
punar janma na vidyate

[Traducción (No está en la grabación): Desde el planeta más elevado del mundo material hasta el más bajo de ellos, todos son lugares de sufrimiento en los que ocurre el reiterado proceso del nacimiento y la muerte. Pero aquel que llega a Mi morada, ¡oh, hijo de Kunti!, nunca vuelve a nacer.]


Prabhupada: Si. (el traductor lee la traducción alemana) Así que nuestra tendencia natural es ir a otros, mejores planetas. Por consiguiente la gente está tratando de ir al planeta Luna. En forma similar ustedes pueden ir al planeta Sol, planeta celestial. Hay muchos. Pero la información es, que aunque alcancen el planeta más elevado de este universo, están allí los cuatro principios de la vida material, llamados, nacimiento, muerte, vejez y enfermedades. Así que podemos ir al planeta más elevado. Hay un proceso para ir.

cita:
urdhvam gacchanti sattva-stha
madhye tisthanti rajasah
jaghanya-guna-vrtti-stha
adho gacchanti tamasah

[Traducción (No está en la grabación): Aquellos que se encuentran en el plano de la modalidad de la bondad, gradualmente ascienden a los planetas superiores; aquellos que están en el plano de la modalidad de la pasión, viven en los planetas terrenales; y aquellos que están en el plano de la abominable modalidad de la ignorancia, descienden a los mundos infernales.]


Si ustedes se mantienen en sattva-guna, o en las modalidades de la bondad, serán promovidos a los sistemas planetarios más elevados. Incluso al sistema planetario más elevado. Esto es llamado urdhavam gacchanti sattva-sthah. Y si se mantienen en las modalidades de la pasión, permanecerán en el sistema planetario medio. Este es sistema planetario medio. Este planeta terrenal, es llamdo Bhurloka. Luego, sobre éste, está Bhuvarloka. Luego, sobre ése, está Svargaloka. Esos son planetas celestiales. Los planetas celestiales comienzan en el planeta Luna. Jaghanya-guna-vrtti-stha adho gachanti tamasah. Y aquéllos que están en las modalidades de la oscuridad, van abajo, abajo, abajo. La vida animal está también entre los bajos, quiero decir, modos de vida. Entonces, esta forma humana de vida, es una oportunidad para hacer nuestra elección donde iremos después, a los más elevados, a los más bajos, o permaneceremos aquí. Entonces, como ir al sistema planetario más elevado, también está mencionado. Yanti deva-vrata devan. Lee esto.

Satsvarupa:

cita:
yanti deva-vrata devan
pitŽn yanti pitr-vratah
bhutani yanti bhutejya
yanti mad –yajino ‘pi mam

[Traducción (No está en la grabación): Aquellos que adoran a los semidioses, nacerán entre los semidioses; aquellos que adoran a los antepasados, irán a los antepasados; aquellos que adoran a los fantasmas y espíritus, nacerán entre esos seres; y aquellos que Me adoran a Mí, vivirán conmigo.]


(Traductor alemán lee la traducción)
Prabhupada: Entonces, si queremos, podemos ir al sistema planetario más elevado, al sistema planetario celestial. Tal como estamos tratando de ir al planeta Luna, pero no hemos sido exitosos. De ésta manera no podemos ir allí. Cada planeta, y todo planeta, han obtenido diferente atmósfera. Entonces, al menos que su cuerpo esté completamente competente para vivir en tal planeta, no puede ir allí. Así como los científicos dicen que en el planeta Luna la temperatura es de doscientos grados bajo cero, similarmente, en el planeta Sol la temperatura es muy, muy alta, cien y mil veces grados sobre lo normal. Así de esta manera, cada planeta ha obtenido diferente atmósfera, diferente temperatura, diferente estándar de vida, diferente duración de vida. Así que uno tiene que ser competente para transferirse a un tipo particular de planeta. Nosotros, como almas espirituales, dehi, el poseedor de este cuerpo... Dehi significa uno que posee este cuerpo, o el ocupante del cuerpo, el alma espiritual. Ese es eterno. Cambiando el cuerpo, pero eterno. Por consiguiente, no debemos estar interesados en estos diferentes tipos de cuerpos temporales. Eso no es una inteligencia muy buena. Entonces, tenemos que prepararnos. Si queremos... Hay una plena descripción de cada uno y todos los planetas. Y podemos prepararnos de acuerdo a nuestro deseo, a cual planeta queremos ir. Pero Krishna dice, mad-yajino’pi yanti mam [Bg. 9.25]. “Las personas que están ocupadas en Mis deberes ocupacionales, ellos vendrán a Mí”. Entonces, ir a Dios o Krishna, significa que usted tiene que adquirir su cuerpo original espiritual. El cuerpo espiritual ya está allí, pero ahora estamos cubiertos por este cuerpo material. Así que somos eternos, eso está descrito en el Bhagavad-gita:

cita:
avinasi tu tad viddhi
yena sarvam idam tatam
vinasam avyayasyasya
na kascit kartum arhati

[Traducción (No está en la grabación): Sabed que aquello que se difunde por todo el cuerpo es indestructible. Nadie puede destruir a esa alma imperecedera.]


El indicio está dado: Lo que está diseminado por todo el cuerpo, eso es eterno. Y ¿qué es eso? Eso es nuestra conciencia. Está afirmado aquí, avinasi tu tad viddhi yena sarvam idam tatam. En este cuerpo hay algo. Eso es la conciencia. Es eterna. Tal como si ustedes o yo pellizcamos nuestro cuerpo, siento dolor porque la conciencia está allí. Pero cuando la conciencia no esté mas allí, si corto mi mano, o la suya, no van a protestar. Incluso los científicos han probado que esta conciencia está en el árbol también. Si ustedes cortan un árbol, hay sensación, sintiendo algún dolor, y esto está registrado en la máquina. Así que aquí está el indicio que ésta conciencia está diseminada por todo el cuerpo, que es eterna. El cuerpo no es eterno. Tan pronto como la conciencia se ha ido, el cuerpo está muerto. Por lo tanto, debemos tomar cuidado de lo que es cons... Esa es el alma. Debido a la presencia del alma, hay consciencia.

Así que Krishna dice además en esta conexión, antavanta ime deha nityasyoktah saririnah [Bg. 2.18]. Este cuerpo... Deha significa cuerpo. Antavat, esto es, para este cuerpo material, el alma es eterna. De esta manera, esa conciencia, o la radiación del alma, está descrita aquí. Na jayate na mriyate va kadacit. “Esta conciencia del alma, nunca nace, y nunca muere”. Nayam bhutva bhavita va na bhuyah. El alma y la conciencia, no tiene pasado, presente o futuro. Ella es eterna. Aja. Aja significa que no toma nacimiento. Ajo nitya, eterna; sasvata, siempre existente; ayam purana, el mas viejo. Na hanyate hanyamane sarire [Bg. 2.20]. Cuando el cuerpo es aniquilado, el alma y la conciencia, no son aniquilados. Tal como cuando dormimos, nuestra conciencia trabaja en un cuerpo diferente, el cuerpo sutil, mente, inteligencia y ego. De esto tenemos experiencia todas las noches. Dormimos en nuestra cama, pero mi conciencia va a otro país, u otro lugar, y trabaja en una forma diferente. Otra vez cuando termina el sueño venimos de vuelta a este cuerpo, el cuerpo burdo. Así que muerte significa cuando la conciencia no viene de vuelta a este cuerpo burdo y entra en otro cuerpo burdo. Este período se llama muerte. Así, el cuerpo sutil, mente, está. Yo sé que ustedes han obtenido mente, ustedes saben que yo he obtenido mi mente. Pero yo no puedo ver su mente, ustedes no pueden ver mi mente. También hay inteligencia. Yo sé que han obtenido inteligencia, ustedes saben que yo he obtenido inteligencia. Pero no pueden ver mi inteligencia a menos que esté en acción. Así, el alma está cubierta por dos clases de vestimentas. Tal como estamos cubiertos por la camisa y el saco. Similarmente, la cobertura de la camisa, o mente, inteligencia y ego. Esta es una cobertura. Por encima de esta, hay una cobertura burda: tierra, agua, aire, fuego, como aquella. De esta manera, hemos obtenido dos coberturas. Entonces, nuestro negocio es, debido a que somos eternos, no debemos permanecer en estas coberturas temporales. Esas coberturas temporales... Por tanto tiempo estamos amarrados o enjaulados en estas coberturas llamadas vida condicionada. De manera que estamos tratando de liberarnos de esta vida condicionada. Tal como la gente está tratando de ir al planeta luna. El deseo está. Pero debido a que la vida es condicionada, él no puede ir. Tal como yo soy un extranjero. He venido a su país. Yo estoy condicionado por las leyes de inmigración. Hay tantas condiciones. Una de las condiciones es que no puedo vivir aquí para siempre a menos que esté sancionado por el gobierno.

Así estamos ahora condicionados. En esta forma de vida, cubiertos por los elementos materiales, estamos condicionados por la naturaleza material. Eso está afirmado en el Bhagavad-gita:

cita:
prakrteh kriyamanani
gunaih karmani sarvasah
aha‰kara-vimu+dhatma
kartaham iti manyate

[Traducción (No está en la grabación): El alma espiritual que está confundida por la influencia del ego falso, se cree la autora de actividades que en realidad son ejecutadas por las tres modalidades de la naturaleza material.]


Estamos condicionados en cada paso por las leyes de la naturaleza material. Aun así, tontamente estamos pensando que somos libres. Esto es tontería. Estamos tan controlados por la naturaleza material, exactamente como un niño pequeño es tirado de la oreja por su madre. “Ven aquí”. Él viene. “Ve para allá”. Y va. Tal como un perro. Un perro puede sentirse muy libre, saltando. Pero tan pronto como el dueño dice, “Ven acá”, él viene y es inmediatamente encadenado. Esta es nuestra posición. Así, esa es nuestra posición, que estamos completamente bajo las garras de la naturaleza material, y de acuerdo a las modalidades de la naturaleza material, estamos actuando y cambiando nuestro cuerpo en diferentes especies de vida. Entonces, nuestra real ocupación en esta forma humana de vida es para lograr, tratar de aceptar el proceso por el cual podemos obtener libertad de la vida condicionada. El proceso es que tenemos que abandonar nuestra falsa conciencia. Estamos bajo una falsa conciencia. Pienso “Soy hindú”, ustedes piensan que son alemanes, el perro piensa, “yo soy perro,”y el gato piensa, “yo soy gato”. Entonces, esta conciencia corporal, concepto corporal de la vida nos va a mantener condicionados dentro de la naturaleza material. Por lo tanto, nuestra primera ocupación es cómo lograr liberarnos de todas estas designaciones. Tal como yo me estoy poniendo esta ropa azafrán, pero no soy la ropa azafrán. O ustedes están usando una ropa roja, o un saco negro, ustedes no son esa ropa. Dentro del saco, son la persona. Similarmente, dentro de la vestimenta, yo soy la persona. Así, al momento presente, nosotros estamos en la conciencia de la vestimenta. “Yo soy la vestimenta alemana”, “yo soy una vestimenta inglesa”, ”yo soy una vestimenta hindú”, yo soy una vestimenta masculina”, “yo soy una vestimenta femenina”. Esto se llama vida condicionada. Así, en esta vida condicionada estamos aceptando un tipo de cuerpo y estamos muriendo. Muriendo significa abandonando y transmigrando, transferidos a otro cuerpo por las leyes de la naturaleza material. No está bajo mi control. No pueden decir que, “Después de abandonar este cuerpo alemán, aceptaré de vuelta otro cuerpo alemán“. Eso no está en sus manos, señor. Está bajo las leyes de la naturaleza. No pueden proponer. No pueden forzar a la naturaleza material. Después de éste cuerpo, voy a obtener otro cuerpo. Eso está afirmado aquí. Tatha dehantara-praptih [Bg. 2.13]. Otra forma de cuerpo. Esa forma de cuerpo puede ser cualquiera de las 8.400.000 formas de cuerpo. Por lo tanto, si realmente somos inteligentes, debemos tratar de despertar, o puestos en nuestro cuerpo original, el cuerpo espiritual. Eso va a detener este constante cambio de cuerpo.

Entonces, el proceso es simple, tal como estamos predicando este movimiento de conciencia de Krishna, si solamente tratan de comprender qué es Krishna... Krishna o Cristo, es la misma cosa. Entonces obtendrán su cuerpo original espiritual. Esta conciencia de Krishna puede ser despertada simplemente por cantar el maha-mantra Hare Krishna o el Santo nombre de Dios. Entonces, manténgase distantes de las cuatro clases de vida pecaminosa y manténgase siempre en contacto con Krishna o Dios, entonces irán de vuelta a casa, de vuelta a Dios. Esta ventaja es posible en esta forma humana de vida. De otra manera, estamos perdiendo la oportunidad. Podemos ser puestos de vuelta en el ciclo de esas 8.400.000 formas de cuerpo. El proceso es muy simple y fácil porque pueden permanecer en su ocupación, en cualquier posición en la que están. Simplemente canten el santo nombre de Dios. No solo Hare Krishna. Pueden cantar el santo nombre de Dios, Cristo. Cristo es también lo mismo que Krishna. Entonces, háganlo. No hay gasto, pero la ganancia es muy, muy grande.

De manera que la conclusión es que no debemos ponernos en el ciclo de nacimientos y muertes continuamente en las 8.400.000 especies de vida. Para detenerlo e ir de vuelta al hogar, de vuelta a Dios y recuperar su vida espiritual original. (a un lado) ¿Puedo detenerlo? Entonces, muchas gracias. Si tienen alguna pregunta en esta materia, pueden preguntar.

Satsvarupa: (por un invitado o devoto alemán) Si cantar significa en voz alta, ¿cómo puede hacerlo todo el día si está trabajando en tantas situaciones diferentes? ¿Cómo puede cantar en voz alta?

Prabhupada: Usted cante bajo. No hay peligro. Ya sea alto o bajo, eso no interesa, pero cante el santo nombre de Dios.

Traductor para invitado alemán o devoto: ¿Por qué decimos corear y no cantar?

Prabhupada: Es la misma cosa. Corear o cantar, es lo mismo.

Traductor: ¿Cuál es el significado de este canto? Si estamos cantando todo el día, tenemos que obtener una cierta conciencia.

Prabhupada: Sí. Por cantar el santo nombre de Dios, usted se asocia con Dios. Dios es absoluto. Él no es diferente de Su nombre. Entonces, cuando usted canta el nombre de Dios, significa que inmediatamente está en contacto con Dios. Y por cantar más y más, su asociación se vuelve más y más íntima. Luego, todo le es revelado. Eso está afirmado en el Bhagavad-gita:

cita:
tesam satata-yuktanam
bharatam priti-purvakam
dadami buddhi-yogam tam
yena mam upayanti te

[Traducción (No está en la grabación): A aquellos que están constantemente consagrados a servirme con amor, Yo les doy la inteligencia mediante la cual pueden venir a Mí.]


Si se mantienes en contacto con Dios con fe y amor, entonces Dios está dentro de usted, Él le dará la inteligencia para que vaya de vuelta a casa, de vuelta a Dios. Hay muchos procesos diferentes o sistemas de yoga para estar en contacto con Dios, pero para la gente en esta época, este es el método más fácil, para estar en contacto con Dios simplemente por cantar Su santo nombre.

Traductor: Él dice que por cantar puede ser posible obtener este resultado, alcanzar una conciencia más elevada, pero, puede acontecer que por cantar, me olvide de mi vecino y estos problemas y las cosas a mi alrededor.

Prabhupada: Bueno, por cantar fuerte, usted puede también ayudar a su vecino, quien le escuchará .Y cuando él viene a quejarse, “¿Por qué me estás perturbando?“, entonces su misión es exitosa. Eso significa que él ha escuchado. [risas] De manera que usted escucha y deja que su vecino también escuche. Ambos se benefician. Y ese es el beneficio más grande que pueda rendir a su vecino.

Traductor: El dice que realmente no hay diferencia entre, por ejemplo, cantar las palabras “árbol, árbol, árbol” una y otra vez o el canto de Hare Krishna. Depende del significado que de a la palabra, y si canta una palabra particular como Hare Krishna y tiene un significado particular, como un, por esta palabra particular, entonces, puede ser algo como auto-sugestión para usted.

Prabhupada: Ya he explicado antes, que Dios y Su nombre, el uno, Absoluto. En el mundo material, su nombre y su persona, son dos cosas diferentes. Esa es la diferencia entre Dios y usted. De manera que por lo tanto, por cantar el nombre de Dios, usted realmente se contacta con Dios. Pero en el mundo material eso no es posible. Suponiendo que estoy sediento, quiero agua. Si canto “agua, agua”, eso no va a funcionar. Pero en el caso de cantar el santo nombre de Dios, es tan bueno como asociarse con Dios. Trate de comprender. Esta es la relación absoluta y relativa. Está afirmado en la literatura Védica que nama cintamanih krsnas caitanya-rasa-vigrahah, purnah suddho nitya-mukto ‘bhinnatvan nama-naminoh [Cc. Madhya 17.133]. El nombre de Dios y Dios es igualmente purna, perfecto; suddha, purificado. Purnah suddho nitya, eterno, y muk... Purnah suddho nitya-muktah, y liberado de la contaminación material. De manera que no es cuestión de argumento. Usted puede probar. No hay pérdida de su parte. Cante el santo nombre de Dios y vea el resultado por usted mismo. De manera que no hay diferencia entre Krishna y Cristo. En India también algunas veces es anunciado como “Krishta”. O usted puede pronunciarlo como “Crista”. Eso no hace... Porque Dios va a tomar su mente, no su pronunciación. Si quiere pronunciar el nombre de Dios, incluso si no es, quiero decir, formal o perfectamente pronunciado, aun así. Dios comprenderá que usted está tratando de cantar Su nombre. Esa es su perfección. De manera que Dios es uno. No hay dos Dioses. Entonces, ya sea que usted llame a Él Cristo, o Krishta, o Krishna, si Él comprende que usted está anhelando seguirlo, Él le dará el resultado de la acción. Y este es el proceso más fácil en esta era para la realización de Dios. Muchas gracias. Vamos a cantar. (fin)